Las
hijas del rey amor
En la
más diminuta isla,
donde nadie la descubrió,
habitada por bellas formas
diminutas que nadie vio…
-Oh, los pájaros saben tanto!
La gaviota que la encontró,
la que vuela por tantos mares,
la gaviota me lo contó-,
…un castillo de miniatura,
el castillo del Rey de Amor,
con sus torres y sus puentes
se levanta sobre un terrón.
A la siesta, frente al castillo
-el Castillo del Rey de Amor-,
diminutos lagartos verdes
suelen ir a beber su sol;
y en los frescos anocheceres,
a la hora del pastor,
por el aire revolotean
las dos hijas del Rey de Amor.
Hete aquí que a la mayorcita,
que se llamaba Flor de Amor,
un lagarto salió al encuentro
y le dijo cuando salió:
-¿Me darás tu precioso anillo?
Con fatigas lo quiero yo-.
Y en galante doncel de amores
al decirlo se convirtió.
Y la niña ¿qué le responde?
Bien oiréis lo que respondió:
-¡Que te alejes y te me apartes,
que lagartos no quiero yo!-
Más no dijo ni más dijera,
que el doncel desapareció,
y quedó sin hablar la niña
que se llamaba Flor de Amor.
Y hete aquí que a la menorcita
también llamada Flor de Amor,
un garrido galán de amores
en amores la requirió.
Y la niña ¿qué le responde?
Bien oiréis lo que respondió:
-¡Hora sús, lindo caballero!
Que contigo me fuera yo;
que me robes sobre la grupa
de tu corcel
galopador,
y me lleves a donde sabes
que apetece mi corazón-.
Más no dijo ni más dijera,
que el doncel la espuela hincó,
y por el aire huyó la niña
también llamada Flor de Amor.
¿Quién dirá cómo sigue el cuento,
que no atino a seguirlo yo?
¿Para qué recordar los años
-fueron años de dolor-,
cuando lloraba, hilando el copo,
la mayorcita Flor de Amor?
Una tarde, frente al castillo,
una libélula llegó.
Sobre su dorso cabalgaba
la menorcita Flor de Amor.
Era la hora en que las olas
se acariciaban con rumor,
las luciérnagas encendían
sus farolillos de color,
y por el suelo verdeaban
los lagartos del Rey de Amor.
Y un lagarto y una libélula,
y la mayor y la menor,
tanto charlaban y reían
que la gaviota no entendió…
donde nadie la descubrió,
habitada por bellas formas
diminutas que nadie vio…
-Oh, los pájaros saben tanto!
La gaviota que la encontró,
la que vuela por tantos mares,
la gaviota me lo contó-,
…un castillo de miniatura,
el castillo del Rey de Amor,
con sus torres y sus puentes
se levanta sobre un terrón.
A la siesta, frente al castillo
-el Castillo del Rey de Amor-,
diminutos lagartos verdes
suelen ir a beber su sol;
y en los frescos anocheceres,
a la hora del pastor,
por el aire revolotean
las dos hijas del Rey de Amor.
Hete aquí que a la mayorcita,
que se llamaba Flor de Amor,
un lagarto salió al encuentro
y le dijo cuando salió:
-¿Me darás tu precioso anillo?
Con fatigas lo quiero yo-.
Y en galante doncel de amores
al decirlo se convirtió.
Y la niña ¿qué le responde?
Bien oiréis lo que respondió:
-¡Que te alejes y te me apartes,
que lagartos no quiero yo!-
Más no dijo ni más dijera,
que el doncel desapareció,
y quedó sin hablar la niña
que se llamaba Flor de Amor.
Y hete aquí que a la menorcita
también llamada Flor de Amor,
un garrido galán de amores
en amores la requirió.
Y la niña ¿qué le responde?
Bien oiréis lo que respondió:
-¡Hora sús, lindo caballero!
Que contigo me fuera yo;
que me robes sobre la grupa
de tu corcel
galopador,
y me lleves a donde sabes
que apetece mi corazón-.
Más no dijo ni más dijera,
que el doncel la espuela hincó,
y por el aire huyó la niña
también llamada Flor de Amor.
¿Quién dirá cómo sigue el cuento,
que no atino a seguirlo yo?
¿Para qué recordar los años
-fueron años de dolor-,
cuando lloraba, hilando el copo,
la mayorcita Flor de Amor?
Una tarde, frente al castillo,
una libélula llegó.
Sobre su dorso cabalgaba
la menorcita Flor de Amor.
Era la hora en que las olas
se acariciaban con rumor,
las luciérnagas encendían
sus farolillos de color,
y por el suelo verdeaban
los lagartos del Rey de Amor.
Y un lagarto y una libélula,
y la mayor y la menor,
tanto charlaban y reían
que la gaviota no entendió…
La
gaviota de tantos mares,
la gaviota me lo contó.
Cuando ya todos son felices
¿a qué seguir con la canción?
Otro venga a acabar el cuento,
que no acierto a acabarlo yo.
la gaviota me lo contó.
Cuando ya todos son felices
¿a qué seguir con la canción?
Otro venga a acabar el cuento,
que no acierto a acabarlo yo.
("Las hijas del rey amor",
Constancia Poética OC. X)
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