miércoles, 7 de septiembre de 2016

CARLOS APREA




Margarita



Al único teléfono del barrio
lo custodiaba Margarita,
en la estafeta postal.
Sus mofletes curtidos brillaban
con el sol de las tardes de octubre,
ah, look at all the lonely people,
rubia pulpera sin pulpería.
Un sagrado corazón
con tintas de oro y carmesí,
asomaba tras la cortina de su comedor,
espiaba, mate en mano, quién
y cómo usaba el aparato,
cada minuto de sus interminables horas,
y con su radio de Mañanitas Camperas
despertaba las calles somnolientas.
Margarita saludaba ¡chau, querido!
a los chiquilines en guardapolvos
y les miraba a los hombres
la entrepierna para distraer su soledad.


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