La Gran Evasión
En plena reunión de la
empresa
mientras el auditor
enumeraba
los puntos
controvertidos a tratar
he sentido el impulso
de pronunciar
tu nombre
justo cuando el hombre
me preguntaba
por mi opinión al
respecto.
Ha sido un deseo irresistible.
Una necesidad.
Un deber, sí,
una especie de
obligación moral.
No merecías estar
dentro de mí
mientras sucedía todo
aquello.
Y lo he hecho. Te he
nombrado.
El tipo ha parpadeado
un par de veces
detrás de sus gafas
metálicas,
ha carraspeado y ha
dicho
Bien,.. Ehh...
Gracias.
Y yo he respondido No
hay de qué
y me he quedado viendo
las letras de tu
nombre
revolotear como
pájaros de colores
bajo la luz
frigorífica de los fluorescentes
y salir volando por la
ventana cerrada
para perderse en el
mejor azul imaginable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario