lunes, 24 de octubre de 2016

IVÁN ROJO




La Gran Evasión



En plena reunión de la empresa
mientras el auditor enumeraba
los puntos controvertidos a tratar
he sentido el impulso de pronunciar
tu nombre
justo cuando el hombre me preguntaba
por mi opinión al respecto.
Ha sido un deseo irresistible.
Una necesidad.
Un deber, sí,
una especie de obligación moral.
No merecías estar dentro de mí
mientras sucedía todo aquello.
Y lo he hecho. Te he nombrado.
El tipo ha parpadeado un par de veces
detrás de sus gafas metálicas,
ha carraspeado y ha dicho
Bien,.. Ehh... Gracias.
Y yo he respondido No hay de qué
y me he quedado viendo
las letras de tu nombre
revolotear como pájaros de colores
bajo la luz frigorífica de los fluorescentes
y salir volando por la ventana cerrada
para perderse en el mejor azul imaginable.



No hay comentarios:

Publicar un comentario