martes, 11 de octubre de 2016

MARCELO DÍAZ




Samoa



En los instantes en que prometo preservar
las formas primarias del barro me siento
como esas familias de pescadores de la sabana
que usan redes y en ocasiones especiales
un arco desde los márgenes del río
manteniendo distancia del destino fatal de los peces.
Por la tarde soy el resplandor que se congela
en los brotes del durazno. No disponemos
de la materia para moldear variaciones.
Es posible que en los ojos de algún pez
se restituya la imagen del porvenir y al revés
es posible que el pez anuncie la estampida inminente
en los vientos de la furia. Quiero decir
soy yo, solo, y mi corazón, en otra parte.



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