"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 31 de mayo de 2017
JORGE CARRERA ANDRADE
El cielo y su sombra
Arquitectura
fiel del mundo,
Realidad, más cabal que el sueño.
La abstracción muere en un segundo:
sólo basta un fruncir del ceño.
Las cosas. O sea la vida.
Todo el universo es presencia.
La sombra al objeto adherida
¿acaso transforma su esencia?
Limpiad el mundo —ésta es la clave—
de fantasmas del pensamiento.
Que el ojo apareje su nave
para un nuevo descubrimiento.
Realidad, más cabal que el sueño.
La abstracción muere en un segundo:
sólo basta un fruncir del ceño.
Las cosas. O sea la vida.
Todo el universo es presencia.
La sombra al objeto adherida
¿acaso transforma su esencia?
Limpiad el mundo —ésta es la clave—
de fantasmas del pensamiento.
Que el ojo apareje su nave
para un nuevo descubrimiento.
LUCIAN BLAGA
Orilla del mar
Viñas rojas,
viñas verdes ahogan las casas bajo salvajes tallos
poderosos, como pólipos
que apretasen en sus brazos una víctima.
El sol saliendo limpia de sangre en el mar
las lanzas con que mató rápido a la noche
como una fiera.
Yo
me quedo en la orilla -mi alma está lejos de su casa.
Se ha perdido por un sendero sin fin y no encuentra
el camino para volver.
GUADALUPE AMOR
El cisne encantado
Aquel
cisne encantado
y el pelícano negro tenebroso;
el gallo degollado
y la sangre en el pozo
y el mago del sorbete misterioso
y el pelícano negro tenebroso;
el gallo degollado
y la sangre en el pozo
y el mago del sorbete misterioso
EUGENIO MONTALE
Pequeño testamento
Esto
que de noche centellea
en el casco de mi pensamiento,
huella madreperlácea de caracol
o esmeril de vidrio machacado,
no es luz de iglesia o de taller
que alimente
clérigo rojo, o negro.
Sólo puedo dejarte
este iris como testimonio
de una fe que impugnaron,
de una esperanza que ardió más lenta
que un duro raigón en el hogar.
Conserva su polvo en tu polvera
cuando, apagadas ya todas las lámparas,
se convierta la sardana en infernal
y un receloso Lucifer en una prora descienda
del Támesis, del Hudson, del Sena,
agitando sus alas de betún, semi–
tronchadas por la fatiga, para decirte: llegó la hora.
No es una herencia, un amuleto
que aguante el topetón de los monzones
en la telaraña de la memoria;
pero una historia no perdura sino en la ceniza
y persistir es sólo la extinción.
La contraseña era justa: quien la reconoce
no puede equivocarse al reencontrarte.
Cada quien reconoce a los suyos: la altivez
no era la fuga, la humildad no era
cobarde, el tenue resplandor allá abajo
no era el de un cerillo que se frota.
en el casco de mi pensamiento,
huella madreperlácea de caracol
o esmeril de vidrio machacado,
no es luz de iglesia o de taller
que alimente
clérigo rojo, o negro.
Sólo puedo dejarte
este iris como testimonio
de una fe que impugnaron,
de una esperanza que ardió más lenta
que un duro raigón en el hogar.
Conserva su polvo en tu polvera
cuando, apagadas ya todas las lámparas,
se convierta la sardana en infernal
y un receloso Lucifer en una prora descienda
del Támesis, del Hudson, del Sena,
agitando sus alas de betún, semi–
tronchadas por la fatiga, para decirte: llegó la hora.
No es una herencia, un amuleto
que aguante el topetón de los monzones
en la telaraña de la memoria;
pero una historia no perdura sino en la ceniza
y persistir es sólo la extinción.
La contraseña era justa: quien la reconoce
no puede equivocarse al reencontrarte.
Cada quien reconoce a los suyos: la altivez
no era la fuga, la humildad no era
cobarde, el tenue resplandor allá abajo
no era el de un cerillo que se frota.
De: La tormenta y lo demás
LUIS ROSALES
Autobiografía
Como
el náufrago metódico que contase las olas que le
bastan para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre
la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón
en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
bastan para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre
la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón
en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
De: Rimas
MIGUEL ÁNGEL FLORES
Septiembre de
1903
El poeta contempla el Mediterráneo
Al menos dejad que me engañe con ilusiones
Para no sentir mi vida tan vacía.
Antes de que el tiempo
marque la piel, enturbie los ojos.
Al menos dejad que algo colme
El hueco de mi vida.
Y sin embargo tan cerca estuve.
Y sin embargo qué tímido fui, qué cobarde.
¿Por qué sellé mis labios
Cuando dentro de mí se abría una voz
Y el deseo vestía galas de luto?
Haber estado tan cerca muchas veces
De los ojos del amor, de los labios,
De un cuerpo humedecido por el deseo.
Tan cerca muchas veces...
De: Erosiones y desastres
martes, 30 de mayo de 2017
MARGARITO CUÉLLAR
Aeropuertos
(Escrito en la solapa de un libro de Lêdo
Ivo)
Siempre
están lejos, como queriendo despegar
o en
pleno vuelo hacia no sé qué tarde.
Quizá
escapan del ansia del viajero
y la
espera los deja flotando en un banco de nubes.
Busco
en el mapa de mi vida aunque sea una bitácora de vuelo,
pero
los aeropuertos están lejos
allá
donde los vientos, donde el sol.
JUAN GARRIDO
Poder sembrar en el papel lo que se comerá el alma
Poder
sembrar en el papel lo que se comerá el alma
y
dejar caer la semilla de los sueños
a la
piel de la huerta donde habitamos.
Extraña
metáfora es la libertad
En
los labios del opresor
El
color de la piel
Es
una metamorfosis
ideología
que tortura e invade tierras.
El color de la piel es una cosa, el color
de la ideología es otra*
La
semilla de los sueños
Se
riega con lágrimas y sudor
Desde
los surcos del dolor.
Nunca
pudieron los torturadores
Quemar
mis semillas, quemaron mi piel sí,
Sobre
el grito de la agonía en el umbral de la muerte.
Sé
muy bien,
Que
la semilla de los sueños
Protegió
mi alma chamuscada de tanta maldad
en
esa cama de la Casa Secreta de Borgoño.
*Camilo Guevara, hijo del Che Guevara
MATILDE CASAZOLA
Tierra
Soy
un poco de tierra
que
adquirió un don milagroso
de la
voz y del canto.
Si
los creyerais dignos de alabanza,
ensalzad
a la tierra bendecid a la tierra,
que
ella es la dueña madre de todo
encantamiento,
la
fuente origen de perpetuo milagro.
Cuando
mis pies detenga, cansada de su
continua
ronda,
ella
será mi almohada y mi reposo.
¡Oh
Pachamama
escalón
inmediato de la eterna armonía,
heredera
suprema de mi sombra y mis huesos!
¡Salve
tierra
una
sola,
derrocadora
de fronteras!
Por
ti la voz y el canto dominaron el aire
e
hicieron lagrimear a las estrellas.
MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY
Tiempo
Los
segundos,
como
flecha disparada,
dejan
huellas profundas a su paso.
Abren
oscuros abismos
y nos
sumergen hasta el fondo
de
donde no es posible el regreso,
ni
siquiera el reloj podría en su jaula detener
su
acelerado ritmo;
son
fugaces demonios…
que
al compás de su música
desangran
la vida.
De “La soledad de los espejos”
ALEJANDRA MORENA MORAES
Hambre
me
escruto al vacío
el
fulgor
la
luz palideciendo bajo mis cejas
me
veo hecha cicatrices
crispada
como una hoja seca
con
la piel
templada
a los huesos
LILIAN SILVA
Ausente
A la
intemperie de los paisajes heridos,
en la
niñez que aun mece el columpio,
vive
la mirada de una anciana
soportando
el juego del despojo
sonríe
con la boca seca
escucha
el pasar de los niños con la pelota,
acostumbra
alcanzar las propias sílabas
adelgazarlas
hasta
el mutismo
en su
pañolón las motas encuentran
un
collage de lluvias.
La
posición de su asiento
está
esculpida en el aire
y
juntando las manos en un salmo
sabe
esperar.
lunes, 29 de mayo de 2017
EUGENIO MONTALE
Rechina la polea del pozo
Rechina
la polea del pozo,
el agua sube a la luz y ahí se funde.
Tiembla un recuerdo en el colmado balde;
en el círculo puro ríe una imagen.
Acero el rostro a evanescentes labios:
se deforma el pasado, envejece,
pertenece a otro...
Ah, vuelve a rechinar
la rueda y te devuelve al fondo lóbrego,
visión, una distancia nos separa.
el agua sube a la luz y ahí se funde.
Tiembla un recuerdo en el colmado balde;
en el círculo puro ríe una imagen.
Acero el rostro a evanescentes labios:
se deforma el pasado, envejece,
pertenece a otro...
Ah, vuelve a rechinar
la rueda y te devuelve al fondo lóbrego,
visión, una distancia nos separa.
De: Huesos de sepia
ABEL RUBÉN ROMERO
Voz remota
No el
cuerpo ni los ojos,
la
llama de lindes fatuos,
una
cálida curva
hasta
mi cráneo,
hasta
mi sangre.
La
llamada remota,
el
tiempo incorruptible,
el
pozo que acecha.
No
los ojos,
el
mirar de los dedos,
un
respiro cuando la ansiedad se agolpa
y
exhala en busca de sosiego.
No el
cuerpo,
la
carne.
No
los ojos,
la
mirada,
la
ancestral llama(ra)da
siempre
sola y sólo nuestra.
.
LUCIAN BLAGA
Paisaje trascendental
Gallos apocalípticos gritan aún,
gritan desde las aldeas rumanas.
Las fuentes de las noches
abren los ojos y escuchan
las oscuras noticias.
Pájaros como ángeles de agua
trae el mar hacia la orilla.
En la ribera, como incienso en el cabello
sangra por dentro Jesús,
desde las siete palabras de la cruz.
Desde los bosques de sueño
y otros oscuros lugares,
las bestias crecidas bajo tempestades salen furtivas
para beber
el agua muerta de los aljibes.
Arde con olas sugeridas
la tierra vestida de trigo.
Alas con sonido de leyenda
se precipitan asustadas hacia el río.
El viento ha entrado en el bosque
para romper ramas y cuernos de ciervos.
Campanas o tal vez ataúdes
cantan bajo la hierba, millares.
MALENA DE MILI
Ambigüedad
Acordamos
tácitamente
movernos
al ritmo de la ambigüedad,
dirigirnos
la palabra sin mencionarnos,
respondernos
sin nombrarnos.
Implícitamente
llegamos
sin
premeditarlo, sin quererlo,
a una
alarmante intimidad,
en
donde las verdades demasiado atrevidas
y las
apelaciones muy directas
estuvieran
prohibidas.
Tal
vez a riesgo de equivocarnos
aceptamos
jugar
este juego de perfidia
de
roces de telas y miradas furtivas,
de
confesiones con antifaz
en un
baile de máscaras.
A
riesgo de confundirnos
mantuvimos
una
sospechosa correspondencia:
cada
noche era tu voz la que venía a cerrarme los párpados,
mis
palabras, las que se iban contigo a la cama.
Alguien
debió advertirnos
que
este juego era malsano
-¿pero
cómo, si era sólo nuestro?-
Perdóname,
porque
Ahora,
sola
con el caleidoscopio de tus palabras
se
decodifican cada una de las figuras ante mis ojos,
se
devela todo el significado oculto que entrañaban
y no
quiero quedarme más
junto
a este mensaje que de pronto está desollado,
junto
a este papel todavía caliente y palpitando.
Ven,
quiero
pedirte perdón
por
no entender,
por
no haber querido entender
porque
aun habiendo entendido
me
incliné por la ignorancia.
Si no
respondí,
si
seguí danzando
y
derramando suave lascivia al girar,
si no
me atreví a aventurar
que
tu llamado era para mí…
fue
por miedo y por orgullo.
Esta
noche detendré mi baile,
bajaré
los brazos extenuados,
avanzaré
hasta tu sitio
pese
al miedo sofocante
pese
a las dudas oprimiendo mi talle,
y te
daré a probar dos reservados favores:
te
silenciaré
con
uno de mis dedos sellando tus labios
y
levantaré mis ojos
hacia
ti.
MIGUEL ÁNGEL FLORES
Jardín
Había
árboles más antiguos que mis padres
nunca supe si eran fresnos
esas llamas vegetales en el valle
Aún guardo en la memoria el canto de sus frondas
Si recuerdo a los sobrevivientes:
un laurel y un pino
Entonces ignoraba que el jardín de la infancia
se puebla de epitafios
Yo era espectador de corrientes filiales en combate
extraños ritos
de negación y encuentros
Te coloco en el centro de ese jardín
Yo que vi muchos jardines en ruinas
en la ciudad de tu infancia
esa ciudad cubierta por la gasa perpetua
de la niebla
Eché de menos la lluvia
Los árboles me daban su silencio
el mar me llamaba a grandes voces
Yo era un náufrago en mitad de la noche
Tú no me tendiste la mano solar
del amor
Y mi único deseo en la ciudad del quebranto
era la purificación que otorga el olvido
nunca supe si eran fresnos
esas llamas vegetales en el valle
Aún guardo en la memoria el canto de sus frondas
Si recuerdo a los sobrevivientes:
un laurel y un pino
Entonces ignoraba que el jardín de la infancia
se puebla de epitafios
Yo era espectador de corrientes filiales en combate
extraños ritos
de negación y encuentros
Te coloco en el centro de ese jardín
Yo que vi muchos jardines en ruinas
en la ciudad de tu infancia
esa ciudad cubierta por la gasa perpetua
de la niebla
Eché de menos la lluvia
Los árboles me daban su silencio
el mar me llamaba a grandes voces
Yo era un náufrago en mitad de la noche
Tú no me tendiste la mano solar
del amor
Y mi único deseo en la ciudad del quebranto
era la purificación que otorga el olvido
SERGIO BADILLA
¿Qué hacíamos en la oscuridad de Samaria?
La
ciudad dañada
el
odio interminable
y la
razón equívoca.
Un
disparo acredita el desconcierto
de
aquellos años de confusión y de quimeras
y el
agua se entretejía y zigzagueaba
a
través de las baldosas.
Lloriqueaban
las madres
en
retiro amargo en la sombría mazmorra
además
silbaban los pífanos de los convoyes
en la
vieja estación
con
sus pescuezos negros desde lo alto
de
las locomotoras.
Gandules
poseídos y soplones
espiaban
para la jauría asesina.
El
mundo se venía abajo con
las
reglas marciales y los estrépitos.
Era
reflejo de las ametralladoras en las ventanas
durante
dos o tres veces por día tras un despojo
diferente.
¿Qué
hacíamos en la oscuridad de Samaria?
con
sus murallas inmaculadas en la curvatura
de
los cielos
donde
dominaron los impulsos envilecidos
de la
locura
y no
hubo lugar para la clemencia.
domingo, 28 de mayo de 2017
JORGE GAITÁN DURÁN
Amantes
Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
Desconocidos que se estrechan a tientas,
Cicatrices con que el rencoroso deseo
Señala a los que sin descanso se aman:
El tedio, la sospecha que invencible nos ata
En su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
Dos astros sanguinarios, dos dinastías
Que hambrientas se disputan un reino,
Queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
Nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
Con que el cielo afrenta a los que se aman.
Sólo para que mil veces nos incendie
El abrazo que en el mundo son los que se aman
Mil veces morimos cada día.
Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
Desconocidos que se estrechan a tientas,
Cicatrices con que el rencoroso deseo
Señala a los que sin descanso se aman:
El tedio, la sospecha que invencible nos ata
En su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
Dos astros sanguinarios, dos dinastías
Que hambrientas se disputan un reino,
Queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
Nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
Con que el cielo afrenta a los que se aman.
Sólo para que mil veces nos incendie
El abrazo que en el mundo son los que se aman
Mil veces morimos cada día.
GONZALO ROJAS
Epitafio
Se
dirá en el adiós que amé los pájaros salvajes, el aullido
cerrado ahí, tersa la tabla
de no morir, las flores:
aquí yace
Gonzalo cuando el viento,
y unas pobres mujeres lo lloraron.
cerrado ahí, tersa la tabla
de no morir, las flores:
aquí yace
Gonzalo cuando el viento,
y unas pobres mujeres lo lloraron.
CÉSAR RODRÍGUEZ CHICHARRO
España 1961
a José Pascual Buxó
Quizá
lo mejor hubiera sido meter la cabeza en el agua
del lavabo hasta asfixiarnos,
o acercarnos al potro de belfos temblorosos y dejar que
sus cascos nos moliesen el cráneo,
o machacarnos el corazón con una piedra como si fuese
acaso la peor alimaña.
Porque ni queremos a Dios sobre todas las cosas,
ni esperamos diplomas el día en que la muerte
se nos vuelva de pronto nuestra hermana carnal.
Hemos vivido siempre entre las ruinas
y las ruinas se fueron haciendo de nosotros
y nuestro cuerpo es hoy una nube de polvo
que corre y se desplaza, y que gime las horas,
y que tropieza y grita por las playas.
Porque no queremos la compasión de nuestros hijos
ni la simpatía del Hombre
o el perdón de los tiranos.
Quizá lo mejor hubiera sido
machacarnos el corazón con una piedra como si fuese
acaso la peor alimaña.
del lavabo hasta asfixiarnos,
o acercarnos al potro de belfos temblorosos y dejar que
sus cascos nos moliesen el cráneo,
o machacarnos el corazón con una piedra como si fuese
acaso la peor alimaña.
Porque ni queremos a Dios sobre todas las cosas,
ni esperamos diplomas el día en que la muerte
se nos vuelva de pronto nuestra hermana carnal.
Hemos vivido siempre entre las ruinas
y las ruinas se fueron haciendo de nosotros
y nuestro cuerpo es hoy una nube de polvo
que corre y se desplaza, y que gime las horas,
y que tropieza y grita por las playas.
Porque no queremos la compasión de nuestros hijos
ni la simpatía del Hombre
o el perdón de los tiranos.
Quizá lo mejor hubiera sido
machacarnos el corazón con una piedra como si fuese
acaso la peor alimaña.
De: “Aventura del miedo”
YANNIS RITSOS
La misma noche
Cuando prendió la luz en su habitación, supo entonces
que era él mismo, en su propio espacio, separado de
la infinidad de la noche y de sus largas sucursales.
Se detuvo
ante el espejo para autoconfirmarse. Pero, ¿y estas
llaves
colgando del cuello en una sucia cuerda?
De: Testimonios B
VÍCTOR SANDOVAL
La vida breve
Mira esa inteligencia de reloj,
atenta, servicial, mas no pregunta,
no inquiere ni destruye forma o cálculo.
Empotrada en el muro mide el tiempo,
se oxida, se apolilla y no protesta.
*
El tiempo es una lucha de mutismos
válida para el suicida
que asiste a su próximo larvario de silencios,
denso cataclismo de estrellas subterráneas.
En la noche de perros de marfil y ganglios lunares
el suicida levanta su vaso de turquesas;
selvas de iniquidades fosforecen los ojos.
Un instante tan sólo dubita.
El consabido recado:
—No se culpe a nadie de mi muerte,
sólo que tengo más de cuarenta años.
*
En la plaza, bajo los laureles de la India,
los ancianos me miran
con sus ojos de heno y agua zarca.
Cuando me acerco a tocar a uno de ellos
se vuelve polvo entre las manos.
De: Para
empezar el día
ENRIQUE CASARAVILLA LEMOS
Hiedras
Cabelleras amigas
de las hiedras
cuando voy por las quintas
¿no me daréis la paz, que tanto anhelo
y que desciende de olvidado muro... el olvido?
Sentidme cuando por las quintas tristes
voy apagado, mustio.
De lo que podéis dar, os he pedido,
pensativas e inmóviles,
vetustas cabelleras
de las hiedras.
sábado, 27 de mayo de 2017
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
El mendigo
Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma
de todos los voraces ayunos pordioseros;
mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma
del mar y al simulacro azul de los luceros.
El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.
Prosigue descubriendo mi pupila famélica
más panes y más lindas mujeres y más rosas
en el bando de cuervos que en la jornada célica
sus picos atavía con las cargas preciosas,
y encima de mi sacro apetito no baja
sino un pétalo, un rizo prófugo, una migaja.
Saboreo mi brizna heteróclita, y siente
mi sed la cristalina nostalgia de la fuente,
y la pródiga vida se derrama en el falso
festín y en el suplicio de mi hambre creciente,
como una cornucopia se vuelca en un cadalso.
de todos los voraces ayunos pordioseros;
mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma
del mar y al simulacro azul de los luceros.
El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.
Prosigue descubriendo mi pupila famélica
más panes y más lindas mujeres y más rosas
en el bando de cuervos que en la jornada célica
sus picos atavía con las cargas preciosas,
y encima de mi sacro apetito no baja
sino un pétalo, un rizo prófugo, una migaja.
Saboreo mi brizna heteróclita, y siente
mi sed la cristalina nostalgia de la fuente,
y la pródiga vida se derrama en el falso
festín y en el suplicio de mi hambre creciente,
como una cornucopia se vuelca en un cadalso.
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