Verano
Caminó por la playa de un extremo a otro, brillante
en la gloria del sol y de su juventud. De vez en cuando se
metía al mar
haciendo brillar su piel —dorada, como la arcilla.
Le seguían murmullos de admiración,
de hombres y mujeres. Unos pasos atrás lo seguía
una joven de la villa, le cargaba sus ropas devotamente,
siempre conservando una distancia —-era incapaz de
levantar sus ojos para mirarlo—
un poco a disgusto
y contenta en su piadosa concentración. Un día se pelearon
y le prohibió que volviera a llevarle sus ropas. Ella
las arrojó a la arena —quedándose únicamente con sus
sandalias;
las puso bajo el brazo y desapareció corriendo,
dejando detrás, en el calor del sol, una pequeña, delicada
nube de sus pies descalzos.
De: Testimonios
A
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