miércoles, 10 de mayo de 2017

CÉSAR RODRÍGUEZ CHICHARRO




El columpio

a Cintia



Las cadenas
(de un naranja chillón,
aparatoso)
no palpitaban ya,
ya no gemían.
Ni un vaivén,
ni una mano
(generosa y amiga)
que le hiciese avanzar
(un instante,
un segundo tan sólo),
retroceder,
abanicar el aire
(siempre distinto,
siempre perpetuamente
renovado).



De: Aventura del miedo

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