viernes, 11 de agosto de 2017

DANIEL ULLOA




Requiem para un pájaro azul



Cierto día Neruda
apareció con un gorrión entre los dientes.
Aurelia se puso como loca.
Así que intervine,
entre la humanidad
bien intencionada de mi mujer
y el instinto indomable
del felino macabro.
Se escuchaban alaridos, gruñidos y escobazos,
que al final terminé recibiendo
también yo.

—!Si sos poeta, defendé al pájaro!— dijo Aurelia,
como último recurso.
—!Andá y buscá a Garcín en otro lado
y dejá al animal en paz!— dije,
la palabra “paz”
fue un martillazo,
fin de la discusión:

La noche es la patria de los gatos,
el silencio
y la soledad
son sus mejores estrategias.

La exactitud
de su poesía
se agudiza
en el filo de sus garras
y en la frialdad de sus pupilas.

Millones de años
refinaron a este felino
en el calculado arte de cazar,
su vida y su belleza
está diametralmente en concordancia
a las muertes que,
en un acto de acrobacia letal,
ocasiona como un crimen perfecto.

El gato continuó gruñendo,
agazapado con su presa entre los colmillos,
de la cual devoró sólo la cabeza
y dejó el resto
del cuerpecito emplumado,
como una ofrenda,
para disputar
entre Aurelia y yo.
  

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