miércoles, 23 de agosto de 2017

DANIEL ULLOA

  


La tranquilidad aparente de quien lleva audífonos



—El mundo caerá por su propio lastre —me dije en voz alta
mientras observaba el cielo— no consigo transcribir
tanta nube allá arriba.
arremolinada por la borrasca.

Las balsas arriban
sin memoria ni esperanza
en los bolsillos de los refugiados.

Aquellos ojillos raros contemplan
la ciudad grotesca ahogada en grafitis
como lápida para un cadaver ex-qui-si-to,
el silencio es una moneda devaluada.

De donde viene
se habla del sexo
para inducir al vómito.

Nadie confía poner
sus genitales en la boca del otro.

Nadie.

Los árboles son papel quemado
y el agua tiene la muerte
en su reflejo.

—Me engaño al creer transcribir
todo este dolor inmediato— me digo tocando mi pecho.

—¡ Hola Caperucita verde!
—¡ Hola Lobo daltónico!
—T vndo una máquina d scribir qu l falta una tcla.

—La verdad suele tener razones amargas— me repito a mi mismo
—Tener la conciencia tranquila es síntoma de mala memoria,
me engaño al creer transcribir este dolor aquí,
hacinado entre nosotros
como único dictamen
al significado de mirarnos a los ojos
y discriminarnos.


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