La tranquilidad aparente de quien lleva audífonos
—El
mundo caerá por su propio lastre —me dije en voz alta
mientras
observaba el cielo— no consigo transcribir
tanta
nube allá arriba.
arremolinada
por la borrasca.
Las
balsas arriban
sin
memoria ni esperanza
en los
bolsillos de los refugiados.
Aquellos
ojillos raros contemplan
la
ciudad grotesca ahogada en grafitis
como
lápida para un cadaver ex-qui-si-to,
el silencio
es una moneda devaluada.
De
donde viene
se
habla del sexo
para
inducir al vómito.
Nadie
confía poner
sus
genitales en la boca del otro.
Nadie.
Los
árboles son papel quemado
y el
agua tiene la muerte
en su
reflejo.
—Me
engaño al creer transcribir
todo
este dolor inmediato— me digo tocando mi pecho.
—¡ Hola
Caperucita verde!
—¡ Hola Lobo daltónico!
—T vndo una máquina d scribir qu l falta una
tcla.
—La
verdad suele tener razones amargas— me repito a mi mismo
—Tener la conciencia tranquila es síntoma de
mala memoria,
me
engaño al creer transcribir este dolor aquí,
hacinado
entre nosotros
como
único dictamen
al
significado de mirarnos a los ojos
y
discriminarnos.
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