miércoles, 23 de agosto de 2017

ROSA ALCALÁ




En Hobby Lobby



Ella arroja un rollo de tela al aire. Zona montañosa, pradera, un caballo al trote. Estimo que son tres yardas, pero sus ojos revelan más: Lo que necesitas es que te guíen, una mano que pueda cerrar las tijeras en la tela. Necesitas una imagen de lo que perdiste. Calcula el doble del ancho de la ventana, para que se armen los pliegues. Piensa dónde es que te sientas por la mañana, aquí, (es cierto, la transparencia es atractiva, si no fuese porque nos ciega antes de que comience el día). Como añoro ser el capitán de esa otra mesa, repetir con un acento hermoso la solicitud de un cliente. Mi madre corta los hilos de un botón con los dientes, mientras se pregunta, con un dedo en la faja si está demasiado apretado de cintura. O arrodillada junto a su cliente, ambas de cara al espejo, bajando una basta hasta la pantorrilla para calmar las venas en los temples de algún esposo. Lo veo en mis sueños, entre fantasías. Mi cama a centímetros de la máquina de cocer, un vestido apoyado en la silla arrojando los destellos de su refriega. El sueño era el sonido de la insinuación, un ziz zag para mantener nuestros agujeros abiertos. O despertada por un remate de la máquina de cocer, balando bajo el pedal. ¿Una aguja rota? ¿Sangre en un traje blanco?  Cuando mi bebé duerme no le escribo a nadie y no espero que me respondan. Siempre queda mal. Nadie se lo pone para salir a la calle. Pero las modas siguen emigrando de las revistas, como muchachas de las ventanas. Por supuesto, ellas son mis hermanas. Sus máquinas son las mías. La oficina desde la que me despido cuando las veo descender como cortinas chuecas hechas con mis propias manos rosadas y frágiles.


Hobby Lobby es una cadena de tiendas de manualidades de los Estados Unidos.


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