domingo, 17 de septiembre de 2017

MARTA GARCÊS




Corva



Corva hacia el suelo la sonrisa,
cortejo de la máscara legañosa,
la locura y su ondulante fama
y yo, pesarosa,
me pongo la tarde a mi espalda.

Y espero el aire con ansiedad
tan sucia y desterrada,
¡Mala vida lleva! Qué banalidad,
recorrer con la mirada
los crujidos de mis pasos.
Y no saber si pienso, vivo o sueño,
y no querer cambiar
con cumplimientos de gloria abnegada,
a aquella que maldigo en el espejo.

Corva hacia el suelo mi espalda,
gritando a voz helada,
temblorosa y conocida,
que la compleja lejanía
que divide mi vida de mi cortejo
(el fúnebre, el feliz),
es el discurso recurrente
de toda melancólica y absurda como yo.

Corva hacia el cielo mi mano,
la derecha, con la que esfumo
en papeles los sueños,
con la que toco mi cara
y consumo un cigarro,
la mano nacida para conseguir
no pisar la hora mala,
la de la vencida risa,
la del amor anillada.

Y si además los juegos del amor son corvos,
los nombres inciertos,
y los estilos del saber estar
atentos y decorosos,
que mi alma permanezca inalterable
ya es un perfecto logro.



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