viernes, 29 de septiembre de 2017

SERGIO CRUZ



  
El racimo de uvas
sobre un tema de Fray Luis de León que repite George Herbert



Y yo quise encerrar a la felicidad
en un calabozo, pero el saco
que llevo tras la espalda no desapareció;
siguió creciendo, paralelo
al cuerpo, entrecruzando la médula del hueso
con la contorsión del sexo.
Yo no supe hacer nada, Dios, por tu palabra
y me quedé encerrado en la palabra que no tenías
para que me dieras a beber tu esencia propia,
para que dejaras en claro mi cuerpo sin salida,
para que mi luz no se odiara entre tus vinos,
para que las flores marchitaran en mi herida.
Yo quise, Dios, llegar al cielo, pero nadie abrió
los brazos lejanos de mi muerte. Nadie ve
mis rostros corriendo en el camino de otros rostros,
la memoria de mis cuerpos acumulándose en palimpsestos,
nadie ve las voces frías que se pudrieron. Dios,
si eres uno y eres cierto, arráncame de la existencia
en que no hago más que buscar no contemplarte; Dios,
si eres uno y eres cierto, derrámate:
con los pies de mi oración aplastando tu racimo
he de aplastar tu cuerpo místico y dejarlo
destilarse hasta que salga el vino, el vino eterno, el vino mismo
de tu sangre.



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