Fisonomía de la culpa
I
Sed,
vientos
de semblantes montañosos,
golpes
oceánicos en la memoria,
rocas
de amplio frontispicio en espera del impacto,
torrente
de ansiedad en ascenso,
recuerdos
de violencia desatada:
todo se
guarda la piel del marinero.
II
De
todos los tipos de tatuajes, prefiero los que ramifican el destino.
Variadas
formas de animales adquieren su fisonomía en la selva espesa de la tinta,
son el
reflejo del miedo.
Pero
elijo las manos oscuras del monje Nagh, su mirada oculta tras líquenes
florecidos,
para
dar comienzo a la cita con el dolor
de
escribir en el cuerpo el nombre de la bestia que seré.
III
El
monólogo divino del escriba es coreado por el canto de otros monjes.
En
trance, los tatuados reciben al animal impreso en su cuerpo. En éxtasis, cada
hombre se transforma. Más allá de la bestia que llevan inscrita en la piel,
en la
fauna de la tinta se regocijan los posesos, los aquí reunidos asisten a la
migración del alma
y
hunden sus garras, sus colmillos poco usados en el viento,
habitan
la naturaleza salvaje del instante.
Nagh
observa mis huellas en la sombra,
a su
pensamiento espero:
Alas sin ave rodearán tu pecho
y relámpagos negros atravesarán
el cuerpo de un murciélago,
será de opacos pálpitos el latido de lo
nuevo.
De
mares lejanos arribo a Tailandia,
al
festejo de los monstruos me uno.
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