domingo, 12 de noviembre de 2017

FEDERICO VITE




Fisonomía de la culpa



I

Sed,
vientos de semblantes montañosos,
golpes oceánicos en la memoria,
rocas de amplio frontispicio en espera del impacto,
torrente de ansiedad en ascenso,
recuerdos de violencia desatada:
todo se guarda la piel del marinero.


II

De todos los tipos de tatuajes, prefiero los que ramifican el destino. 
Variadas formas de animales adquieren su fisonomía en la selva espesa de la tinta,
son el reflejo del miedo.
Pero elijo las manos oscuras del monje Nagh, su mirada oculta tras líquenes florecidos,
para dar comienzo a la cita con el dolor
de escribir en el cuerpo el nombre de la bestia que seré.    



III

El monólogo divino del escriba es coreado por el canto de otros monjes.
En trance, los tatuados reciben al animal impreso en su cuerpo. En éxtasis, cada hombre se transforma. Más allá de la bestia que llevan inscrita en la piel,
en la fauna de la tinta se regocijan los posesos, los aquí reunidos asisten a la migración del alma
y hunden sus garras, sus colmillos poco usados en el viento,
habitan la naturaleza salvaje del instante.


Nagh observa mis huellas en la sombra,
a su pensamiento espero:
Alas sin ave rodearán tu pecho
y relámpagos negros atravesarán
el cuerpo de un murciélago,
será de opacos pálpitos el latido de lo nuevo. 

De mares lejanos arribo a Tailandia,
al festejo de los monstruos me uno.


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