viernes, 3 de noviembre de 2017

RUBÉN REYES RAMÍREZ




Tras el muro

en el inmenso espejo de su luna
y un prado de agua gris
le incendia la mirada.
Irene Duch Gary.




La noche residual se asienta;
trasiega un prado inmenso.
Garza madre
la luna estiba los ecos,
desvelos de infinito en la humedad.
Ensalivada de ausencia,
la consigna del silencio
inunda el espejo gris del aire.
Se astilla la soledad
en cada resplandor de incendio.
Tras el muro
escarba el tiempo una mancha,
grito despeñado en el umbral.
No hay colinas en el sitio.
Remolinos sin barreras
El paso de la noche arrastra las pupilas
En los surcos clandestinos del rencor.
Hojas de lluvia,
rescoldos de puño y sangre
naufragados
ensombrecen la quietud.
Brota en carne el dolor.
Es un cuchillo en la herida del porvenir,
alarido que revienta
en la oquedad limpia de la sien.
Se quiere ser un relámpago,
cincel de muro y sombra que escudriñe
como el látigo
y desgarre con su yesca
el tiempo y la soledad.
Y esta larva de futuro
-inflorescencia-
esta certeza de niños,
pueblo desatado,
se me quiebra en el silencio más fugaz.
Dispara el corazón la antorcha.
Garza madre
la luna estiba sus lienzos,
como gritos,
espejos incendiados de la voz.



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