viernes, 3 de noviembre de 2017

MARCO ANTONIO MURILLO




Discurso sobre las ballenas



Destrozada a golpes por los colores de la tormenta
un pedazo de madera de junio emerge
y extiende sobre el aire húmedo sus islas volcánicas
no quema este ancho mar, no quema la espuma que brota de la espalda, busca
sin embargo el silbo el canto el olfato el atisbo y luego el incendio
bajo las aguas: así es su amor
como cuando niños descubrimos lo poderosos que son los sonidos del mar
amor que pesa
en la nota que dejó hace días un ahogado y que ahora vuelve
a su extraño país monocorde, amor
la muchacha del muelle, preñada
la boca de historias y cuentos sobre grandes peces y mandrágoras
fue ella quien amó a todos extensamente
en el lento flotar de diferentes luces y profundidades
fue ella quien habló de las ballenas
manchas de petróleo que se hunden y ensanchan
las vocales del abismo
en el océano, tierras sumergidas en una sola mirada
una ballena, dijo mientras
se vestía, una ballena es todo el Mar
de los Sargazos, nadie sabe dónde habitan o qué lentitud
gobierna el pesado canto que extiende el oído sobre la superficie
para quien la divisa, la ballena es una casa
en medio del camino entre dos mares, la tierra y la lengua no son hogar
nido de pájaro en el mástil
es este oficio de hundirnos en el olor de la marea; ahora
que no escucho más, que no sueño los brazos de esa mujer de boca extensa
sé que no existen las ballenas
sé que esto que miro es sólo una enorme tabla del naufragio que es junio
pero en cambio existe ella y sus muelles
ella y su cuerpo
y su costa preñada en la que anclábamos por sus historias, las ballenas
no son casas en mitad del mar, ella sí:
arpones, pedazos de un coral madreperla
mascarones de proa, maderas de raros barcos, collares, oscuras
riquezas habían en su voz y sus labios como un húmedo y abierto almacén.



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