Fototrópico
La luz
del sol acá no es un milagro. La línea oblicua de sus
rayos,
entrando por la única y sucia ventana, no es un
milagro.
El ritmo endemoniado entre millones de partículas
de
polvo cuando una mosca pasa por el bloque refulgente,
tampoco
es un milagro. El fototropismo del Philodendro
longifolio, que se estira desde el refri en
busca de energía
luminosa,
mal podríamos llamarlo un milagro. Porque acá
los
milagros no existen. Lo más parecido a este prodigio es
una
viejita sola, de edad inefable, bajando de un trago su
infusión;
y este sucio rayo de sol atravesando la translucida
conjunción
de mano y vaso como un láser.
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