domingo, 10 de diciembre de 2017

PATRICIO SEREY




Fototrópico



La luz del sol acá no es un milagro. La línea oblicua de sus
rayos, entrando por la única y sucia ventana, no es un
milagro. El ritmo endemoniado entre millones de partículas
de polvo cuando una mosca pasa por el bloque refulgente,
tampoco es un milagro. El fototropismo del Philodendro
longifolio, que se estira desde el refri en busca de energía
luminosa, mal podríamos llamarlo un milagro. Porque acá
los milagros no existen. Lo más parecido a este prodigio es
una viejita sola, de edad inefable, bajando de un trago su
infusión; y este sucio rayo de sol atravesando la translucida
conjunción de mano y vaso como un láser.


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