El inmigrante
El sol avanza
como una fiera
que
muerde
los
bemoles inconscientes que caminan
lentos
por las veredas de Yuma.
El
comercio se ha detenido a trote de rueda
por la
poliforme fila que acordona la palabra.
Setecientos
hombres y sus familias fueron detenidos
este
fin de semana, porque no pudieron convencer a los oficiales
que sus
números de seguro social (Social Security Number SSN)
eran
verdaderos.
El
español es una lengua que vive, que delata, que todos
temen
hablar con el orgullo de quien aquí habita.
Todo es
furia, frío, fuego. Brasas destinadas a la explosión
en las
noticias, de a quien la ley SB 1070 señalará como indiciados.
“Salimos
de la High School porque pensamos importante
nuestra
presencia con la Raza”.
Setecientas
escuelas con sus estudiantes, High Schools,
Community
Colleges han despertado del encierro.
A
marcha de ira los puños cafés y las cabezas negras
fulguran
como una gran serpiente alada bajo el sol.
Setecientos
oficiales giran prevenidos para reprimir a la multitud,
para
que los gases lacrimógenos y las órdenes dadas por el sheriff
sean un
ultimátum al abrazo del terror.
Tucson
desploma sus últimas trailas, las trocas
continúan
su veloz paso por el freeway mientras la Chicana
duerme
la canción india en los ecos del silencio.
“’Salimos
del trabajo para defender nuestros derechos’, ¡Somos seres humanos!
We have
human rights! ¡Si se puede! ¡Viva la Raza!”.
Una
mujer quema la noticia de un periódico en la oreja
de su
esposo, mientras una cubeta yace en medio de ellos
y un
rosal amaina la terraza en el cobre del desierto.
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