Elegía para un árbol
De pie
ante la humildad de la tierra
resguardaba
la entrada de mi casa,
parte
de su cuerpo
descansaba
confiado sobre el techo.
Sobre
su tronco firme
crecían
fuertes sus ramas.
Por las
noches mi sueño se mecía en sus hojas
pequeñas
y abundantes.
En el
día su sombra
serena
y protectora
me
prodigaba cálidos abrazos.
Mi
hermano y yo trepábamos a ese árbol,
repartíamos
risas a cada rama.
Del
leve cosquilleo de nuestros cuerpos
aprendió
el amor correspondido,
una
felicidad que sintió eterna.
Porque
soñaba con retener el tiempo en su corteza,
con
llenarse de nidos y aprender
los
secretos de vuelo de los pájaros.
Ser
proveedor de vida
de los
pequeños mundos
que en
torno a su quietud iban naciendo.
El día
que lo cortaron me escondí.
No
quise ver su cuerpo destrozado,
mi
niñez malherida,
el
vacío que dejó sobre la tierra
y yo
sentía por dentro.
Después
no pude hacer más que buscarlo
en cada
hoja nueva de papel
que
llegaba a mis manos.
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