Nuevo México
Es el
sol de las cuatro y treinta
de la
tarde
quien
ilumina el valle
poblándolo
de sombras
como si
fuera la visión de un Shamán
definiendo
el tiempo y las estrellas
en un
bocado de peyote
Es el aire
la
sonrisa condenada de la lluvia
a estar
ausente
en el
inclemente pavor de las piedras
que
claman por el sosiego líquido
que un
dios oculto
y una
nube desquiciada le niegan
Las
casas de barro perdieron las puertas
las
memorias espinosas que reproducen
la
sarga detonación del aire
infectado
de sonidos
Perturbada
por el ruido
de una
ardilla que juega
la
tarde se va despeñando una y otra vez
hasta
el espanto.
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