jueves, 4 de enero de 2018

TOMÁS RAMOS RODRÍGUEZ




Nuevo México



Es el sol de las cuatro y treinta
de la tarde
quien ilumina el valle
poblándolo de sombras
como si fuera la visión de un Shamán
definiendo el tiempo y las estrellas
en un bocado de peyote
Es el aire
la sonrisa condenada de la lluvia
a estar ausente
en el inclemente pavor de las piedras
que claman por el sosiego líquido
que un dios oculto
y una nube desquiciada le niegan
Las casas de barro perdieron las puertas
las memorias espinosas que reproducen
la sarga detonación del aire
infectado de sonidos
Perturbada por el ruido
de una ardilla que juega
la tarde se va despeñando una y otra vez
hasta el espanto.





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