Plegaria última
Háblame de la lluvia ahora que el amor
arde en la tumba y ya no soy faraón ni reina montado en tus hombros. Tú que
llorabas por nosotros te sean devueltas las lágrimas por estos ojos en blanco
de médium de nosotros tus hijos, que bien sabemos del ensueño.
Tú que olías a madera y hoy tienes el perfume de los muertos, sea ahora tu
calavera desnuda lo que llevo por corazón y me hinche el torrente de vida para
la rosa. Háblame, de nuevo, de tus hermanos atados al camastro y de tu madre
yéndose al cielo entre amapolas.
Tú que tenías más de un ángel en tus movimientos y con tus labios besabas la
herida, vuélveme hablar de la penumbra y que sea mi camino el de hablar solo
entre los vivos.
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