Ojalá pudiéramos oír
sus pasos.
Algún
golpe quedo
o que
tropezara en la cocina.
El
ruido de un cerillo
al
encenderse,
el
crujir de las ramas
tras la
ventana.
Un
murmullo en la penumbra.
Lo que
fuera que nos hiciera saber
que
Dios no es este silencio
que
tanto nos perturba.
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