viernes, 15 de junio de 2018

CARLOS BATTILANA





Taller literario



Durante la dictadura
fui a un taller
literario
por la zona
de San Miguel.

Aunque
las generaciones jóvenes
no lo comprendan del todo
la fórmula
“taller literario”
por esas épocas
era
inconcebible

esas dos palabras
juntas
chocaban
en las aguas aéreas
del Espíritu Blanco
que fue el Proceso:

sin embargo
– a pesar de todo –
mi madre
(que silenciosamente
apoyaba el régimen)
intuyó
que el “Taller”
sería bueno para mí
y siguiendo el precepto
vallejiano
me ajustó el cuello del abrigo
para que en mis días
de adolescencia
por fin
del cielo
empezara a brotar
la nieve fría
de la vida.

Alfonsina y Hernández

Piglia y Asís
fueron pasto
de lectura
para esos alumnos de taller
(que también fui yo)
– operarios, maestras, oficinistas –

Allí entendí
que la ficción
podía ser
una forma del oxígeno
más allá de la conciencia

que las flores robadas
en los jardines de Quilmes
– el más bello título modernista que encontré –
podía ser una frase
que más que acercarme a “la realidad”
me preservaría del horror.




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