martes, 28 de agosto de 2018

EDGAR MATA




  
Sin título



A las nueve en punto de la noche, encierro la voz en un cántaro.
Al apagar la luz, entre la esquina del dormitorio,
hay un cristalino bullicio de ti surgiendo medio serio,
medio atolondrado;
pero abro bien los ojos
y únicamente está la silla cercana a la puerta que da al baño,
con algo de ropa encima de ella y un pequeño libro que olvidaste
-y del que me he apoderado para condicionar tu regreso-,
el sendero que dejaste hacia la calle,
la ceniza en el piso, en el buró, en el amoroso desorden
de este maldito cuarto hambriento de ti.
Con esa puntualidad inquebrantable,
el reloj me observa ciclopédeo, mitológico
y a las nueve de la noche
justo al apagar la luz, entre la esquina del dormitorio…



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