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Que la
escritura no me toque
y su
tono no me llegue,
que
este festín de sonidos
no me
interrogue el sueño,
que no
me toque la vida
ni el
aullido del sol.
Que
este elenco de miradas y lluvias solas
no
desemboque en los nombres de Dios.
Que la
escritura no me invada
con su
magia evanescente
en mi
última función.
De: “Cuerpos guardados”
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