domingo, 27 de enero de 2019

RAFAEL TIBURCIO GARCÍA





Quinta tribulación: 8 de junio



Hay una orilla que me sirve de banca,
un pequeño muro de contención de un puente a ras del suelo
donde me siento a esperar el transporte
que me llevará a casa.

Diariamente camino un par de kilómetros cuesta abajo
desde la oficina al parabús,
mientras un valle y sus cerros distantes me observan;
y sólo esta carretera, que no se detiene,
que resulta insoportable sin uno o varios cigarros,
irrumpe con violencia el paisaje y el camino
de las abejas, los nopales, el tezontle,
las serpientes.

Cada día mientras espero sentado, con el sol a mis espaldas,
encima de ese canal (seco) de aguas negras,
regresa aquel sentimiento
parecido a la desolación, pero que es otra cosa,
y sólo ocurre en esa esquina…

¿Cuantos sitios más,
en la ciudad, en el mundo,
—la banca de un parque, algún semáforo,
el farol de una plaza a cierta hora del día—
latirán con esa misma vibración
que borra al resto de las personas y me lleva
con un pequeño salto
al porvenir?

Me pregunto si así va a sentirse
el corazón, como ese valle muerto,
como esa esquina del puente poco antes del crepúsculo,
cuando el último hombre pise esta Tierra
el día de Tu juicio.


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