VI
[declaración de ausencia]
Homenaje a Efraín Huerta
No es
sólo la ciudad
ni sus
pasos
ennegrecidos
de tedio a media noche.
Tampoco
la nostalgia de neón
colgando
en almacenes
y
antros.
Llanto
fosforescente de la urbe
que
clama su compasión
y su
miseria.
Botellas
rotas, no.
Ni su
licor de baja cepa
derramado
por el pavimento.
Ni
siquiera la colilla de cigarro,
como mi
corazón tirada
en
medio de la noche.
Apachurrada
y negra.
Como mi
corazón, alquitranada.
La
planeación urbana de la carne
con sus
calles de foco enrojecido,
la
esporádica cita
que
amenaza con volver a encendernos.
Podrían
desfilar las amantes
por
esta soledad citadina,
tampoco
es el deseo.
Algo
falta en mis manos
a pesar
de que la ciudad es nuestra.
Algo
atraviesa el costado de mi alma,
rompe
la sangre en dos,
detiene
inmisericordemente
el
flujo de estos días con sus noches.
Hay una
flama oculta en algún sitio
que
esta ciudad condena.
Existe
un corazón verdadero,
puro en
su lasitud,
perpetuo
en su bondad instantánea.
Permanece
cerrado un tesoro,
un oro
ensimismado y más brillante
que el
sol de mediodía.
Un amor
que conozco,
una
mirada alegre que padezco,
una
rara y misteriosa compasión
que se
reparte al mundo
y no me
pertenece.
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