Sexta tribulación: 21 de octubre
No me
asustaron las aves
que
comen las semillas de los árboles junto a mi cuerpo,
su
réquiem vespertino.
No me
espantó el aullido de los perros.
Incluso
ahuyenté a los reptiles del jardín,
a los
peces que me acompañaron en la caleta,
al gato
que sin conocerme acarició mi ropa.
Tu
creación a mi servicio
desperdiciada.
Y más
que preguntarte, oh Señor,
de
dónde les viene esa confianza que aumenta con el paso de los años,
cerraré
mi puerta y esperaré, en el rincón menos oscuro,
a que
se vaya la noche
y hasta
el murmullo de las alas de un escarabajo
sonará
como el grito de un demonio
cubriendo
el desierto.
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