miércoles, 17 de abril de 2019

JOHN HAINES





La chica que enterró a las serpientes en un frasco



Ella vino a ver los huesos
blanquear en un verano,
y un año después un estrecho
momia con una piel polvorienta
y escamas de descamación
se rompería en su mano.

Ella quería ver si la luz del sol
todavía brillaba en esos ojos,
saber lo que encendió
desde una ventana en las raíces de malva,
molde de hoja y cascas caídas.

Y para preguntar si una sola lengua,
un parpadeo bifurcado en la oscuridad,
había encontrado calor en la muerte:
en el espacio cerrado y relajarse
de ese entierro, qué discurso,
qué señal habría.

Ella que caminó en el cañón temprano,
separó la hierba y se detuvo
sobre la serpiente viviente, enrollada
y moteado por un charco amargo,

desenterró su jarra en otra primavera,
para encontrar el espíritu de serpiente ido,
solo un poco de agua verde de pie,
algo de polvo, o un olor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario