sábado, 31 de agosto de 2019


EDUARDO MITRE





10



Memoria del vértigo:
hacia adentro el quejido
y tus ojos abiertos
enceguecidos.


De: “Húmeda llama”


MARÍA ELOY-GARCÍA





Enfermedad



el virus toma entonces las riendas
de mi maquinaria
es obvio que me ha reconocido
que entre otros mi envoltorio proteico
es engullible
hace cientos de copias de sí mismo
estallan a la madre
me hacen huésped
y ciudad de su gobierno
se autodeterminan
bajo mi tímida estructura
su nacionalismo no encuentra límites
a todas mis células
me marcan por fin con el estigma
de su envoltura-icosaedro
y cuando me tienen sin tiempo
parasitan y comercian mi descuido
soy la sometida desde entonces
al desorden del que nunca puede irse


De: “Metafísica del trapo”


MARCOS RAFAEL BLANCO BELMONTE


  


La bajada del calvario



Por los caminos de la Amargura
(piedras de sangre, polvo de llanto)
por el sendero de los
dolores largos, muy largos...,
sin un gemido, sin un sollozo
vuelve la Madre desde el Calvario.
Toda silencio. Mortal silencio
sella sus labios;
la frente inclina con el agobio
de su quebranto,
y en lo más hondo del alma-cielo
lleva la imagen del Hijo amado.
Y ella lo ha visto sufrir la befa
del populacho...
y era la carne de sus entrañas
la que en el leño miró sangrando...
Y así le duelen en las entrañas
los martillazos...
Y así agoniza... Que su Hijo ha muerto
crucificado.

La Madre avanza por el camino
(piedras de sangre, polvo de llanto),
y temblorosa baja el sendero
por Jesucristo santificado...
Y entre las huellas busca la huella
de aquellos pasos
que abrieron surcos de luz divina
mientras el Mártir, agonizando
se desplomaba bajo el madero
y con la angustia del fin cercano,
llora la Madre cuando desciende
desde el Calvario...
Para su pena no existe olvido,
tregua ni bálsamo...
Y si remembra la dulce infancia
del Adorado,
y si memora su hogar dichoso,
y si recuerda los tiernos brazos
que de su cuello fueron caricia...
tiembla en congoja de fiero espanto.
Porque su Niño, siendo inocente,
sufrió el castigo de los malvados;
porque está rota su santa vida;
porque sus brazos
ya no se mueven, ya no bendicen,
y ya no siembran sin un descanso
el pan sublime de las verdades
que lo divino puso en lo humano.
Sin un sollozo, sin un gemido,
baja la Madre desde el Calvario...
En lo más puro de sus entrañas,
la cruz del Mártir se le ha clavado;
y en lo más hondo de sus pupilas
y en su recuerdo lleva sangrado
la cruz del Hijo,
del Bienamado,
que de la vida pasó a la muerte
con la sonrisa siempre en los labios.
Y cuando baja la Dolorosa
(mustia azucena, lirio tronchado),
cuando vacila por el sendero
largo, muy largo...,
pobres mujeres la compadecen,
santas mujeres siguen sus pasos,
y alguien murmura:
-Ved a la Madre
del suplicado;
esa es la Madre del Nazareno,
que hoy ha sufrido muerte y escarnio.
Siempre en silencio llora la Madre,
y hay en su llanto
misericordia por los que sufren,
por los que viven siempre llorando,
por cuantas madres haya en el mundo
que a un hijo miren sacrificado
sobre la cumbre de su Calvario...
¡Y por la Madre del Nazareno
qué pocas madres derraman llanto!

. . . . . . . . . . .

Sin un sollozo, sin un gemido,
mustia la frente, mudos los labios,
como una imagen de eterna angustia
vuelve la Madre desde el Calvario.



ARTURO CAPDEVILA





El que quiera la paz



El que quiera la Paz
El que quiera la paz en la muerte,
que la halle en la vida.
Sólo rige en la ley de la suerte
la propia medida.

El que quiera silencio en la tumba,
llévelo ganado.
En la muerte se alarga y retumba
lo que ya ha sonado.

El que quiera encender el abismo,
borrar el pecado,
ilumínese y sea lo mismo
que cielo estrellado.

El que quiera la gloria en el cielo,
¡hallar al Señor!
viva y muera vibrando de anhelo,
¡ardiendo en su amor!



RAFAEL MAYA




  
De nuevo, las fuentes



Cuántas fuentes existen, cuántas fuentes
que no han copiado nunca un rostro humano.
En montañas altísimas existen,
fijas únicamente en el espacio,
o bien en penumbrosas hondonadas
donde abren sus cristales sosegados
como anchos ojos de la tierra virgen,
más llenos de bondad cuanto más claros.
Nunca esas fuentes, del humano rostro
la maldad enigmática copiaron
ni vieron reflejarse la turgencia
¡cuán insinuante! de los cuerpos blancos
que en la linfa sonora multiplican
su ilusión de nenúfares truncados.
No han sentido llegar, hasta su orilla,
sedientas bestias de ligero casco,
ni acogieron, en medio de los juncos
de la ribera, a los pintados pájaros.
Sólo las nubes, al volar sobre ellas
solas o en grupos, por el cielo alto,
a su callada superficie dieron
una ilusión de atropellados barcos.
Y las estrellas, en las tibias noches,
en una muda acción de sagitarios,
rozaron el diamante de sus aguas
al disparar los atrevidos arcos.
Eso fue todo. Las intactas fuentes
conservan su candor, como en el cálido
y venturoso día en que nacieron
de las azules manos del verano.
A ellas quiere llevarte, pura imagen
de la primera poesía. El casto
espejo será digno de copiarte
en unión de las nubes y los astros.



ANDRÉS ELOY BLANCO





Acapulco 1



Preso en el cofre del azul marino
la espuma de sus caras idealice
para el amor de Juventino Rosas.
Con el mar en furia con el mar en calma,
Acapulco en la piedra, en el cielo,
Acapulco en la ola y la arena,
en el mar y en el viento
Acapulco en el alma
entre Díaz y Juventino Rosas
ese mar hecho de espumas, músicas y estrellas
que hicieron Dios y Juventino Rosas.


viernes, 30 de agosto de 2019


FRANÇOIS COPPÉE





Intimidades



XI

Ella es algo pedante. Cuando leemos
-en tanto que las llamas nos acarician
mientras corren llenando la chimenea-
deja que se le escapen agudas criticas.

Como el libro juzgado siempre le busco
entre los mas hermosos de los mas buenos
de mis buenos amigos, constantemente
de tan duros ataques yo lo defiendo.

Pero, a pesar de todas mis intenciones,
resultan mis defensas defensas tibias...
¡Tenemos los amantes, alucinados,
tantas abdicaciones y cobardías!!!

Sin embargo, las voces de las poetas
hallan en las mujeres sus grandes ecos;
no cuando los arrastran vanos lirismos
y suben deslumbrados al quinto cielo;

sino cuando les cantan dulces, amantes,
como Sainte-Beuve, que sufre sus agonías,
o Baudelaire, que gime desesperado,
o Musset, si consigue vencer la risa;

cuando para embotarse la inteligencia,
rendida ya de males y sufrimientos,
buscan en los aromas embriagadores
de vagas languideces, paz y consuelo.

¡Ella los ama tanto, si le interpretan
del corazón las tiernas melancolías!
Y a mis pies reclinada, su voz repite
el pasaje que ¡tanto! Sufrió su critica.

Aquel dulce pasaje, mágico nido
en que siempre se esconden besos y besos...
...................................................................
Y sucede a menudo que el libro, torpe,
suele rodar muy pronto, rodar al suelo.


GIOVANNY GÓMEZ





De un bosque que juramos quemado



Es inútil saber cuánto esperamos por un amor
cuando la casa se nos viene encima
y los vestidos siguen desnudos
con la risa de una naturaleza que nos tomamos a sorbos
Es este el bosque de la memoria que  juramos quemado
donde el deseo de encontrar
vuelve a lo que alguna vez robaste
en esos sueños 
en esos poemas insuficientes
que no nos sucederán ahora
que no serán nunca

ÁLVARO CUNQUEIRO





Yo soy Danae



Yo soy Dánae. Desnuda caía en el lecho come
bianca neve scende senza vento.
Y llegó secreto con el fulgor
convertido en monedas de oro que cayeron
sobre mí, alrededor, en el suelo
Díjose a sí mismo una voz y aquel oro de ceca
se arremolinó en un amén y se hizo el varón.
Me encontró virgen, me surcó y me sembró.
Me bebió, como quien se echa con sed sobre un río.
Pero lo pasado pasado está.
Ahora soy vieja, y en un reino de columnas derrumbadas
voy y vengo por entre los cipreses y las palomas.
Me tienen por loca, y piensan que miento
cuando digo que fui desvirgada por Zeus.
Para burlarse de mí baten una moneda en el mármol
y yo pienso que él vuelve, y me quito la ropa
y me dejo caer desnuda en la hierba come
bianca neve scende senza vento.
Ni escucho sus risas. Ya soy vieja
pero nunca pude salir de aquel sueño de antaño


De: "Herba aquí ou acolá"

Versión de César Antonio Molina

ÁNGEL PÉREZ ESCORZA





Lo que no se dijo

A Alejandra Craules, por tu silente belleza.



¿Pero quién? ¿Quién es el indicado
para uno
si no es uno mismo?

La noche cierra los ojos y la vida sale al mundo
vestida de frac,
tropezando una y otra vez
con la muerte simultánea
de uno que otro peatón extraviado.
Transpiro en exceso
lo que no se dijo
para no quedarme mudo
                          para no especular de más.

Llevo en mis cuencas
la simiente sicalíptica de tu cuerpo
acariciando mis manos.
He ablucionado mis propias mentiras
para salpicar de esperanza el sano juicio
que fue en mí, antes de ti.

La lengua purga con nostalgia,
se condimenta en montañas de sal
disueltas con tequila
y aún así, no logro hallarte.

He congelado el portentoso brillo
de tus labios
y lo resguardo en las sombras del futuro
para no morir de frío.
Masturbo las estrellas,
para no expulsar los demonios beatificados
por tu éxtasis.

Si hay algo que no dije
o valga mi hambre dejar morir,
es que por siempre y para siempre

                                                            me callo.



IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO



  

En la muerte de Carmen



¡Tanto esperar!... ¡tanto sufrir, y en vano!
¡Morir las ilusiones tan temprano!
¡Tanta oración perdida y tanto afán!
Así después de bárbaras fatigas,
Ve el labrador quebrarse sus espigas
Al soplo destructor del huracán!

¿Conque es verdad, Señor? ¿Después de tanto
Suspirar por un bien, en el quebranto
De mi lánguida y mísera niñez,
Cuando una dicha me aparece apenas,
De Tántalo al martirio me condenas
Y te enfureces contra mí otra vez?

¿Qué te he hecho yo, criatura desdichada
Que arrastro una existencia envenenada
Por el amargo filtro del dolor,
Para que tú, Dios grande omnipotente,
Así descargues en mi débil frente
Los golpes sin cesar de tu furor?

¿Mi delito es vivir? Tú lo quisiste.
¡Ay! Tú me has dado le existencia triste
Que me tortura y que me cansa ya,
Tú que otros seres al placer destinas,
Una corona dísteme de espinas
Que el corazón despedazando va.

Tal vez en vano en mi dolor le ruego;
Es el Acaso el que preside ciego
Del oscuro universo en el caos;
Él nos destina a bárbara existencia
Con implacable y fría indiferencia;
Es un fantasma la piedad de Dios!

Si blasfemo ¡perdón! En mi martiro
El corazón se abrasa, y el delirio
Trastorna mi cerebro, sí; ¡piedad!
Soy un amante triste y desolado,
El astro de mis dichas ha eclipsado,
Con su negro capuz la eternidad.

¡Corred... oh!... ¡mas corred, lágrimas mías!
Ya se apagó la antorcha de los días
De mi nublada y pobre juventud!
Una mujer, un ángel de consuelo
Fugaz me apareció... y eterno duelo
Dejome al ocultarla el ataúd.

Miradla inerte... ¿comprendéis ahora,
Almas que habéis amado, por qué llora
Con lágrimas de sangre el corazón?
¿Sabéis lo que es una mujer querida
Cuyo amor alimenta nuestra vida?
¿Sabéis lo que es perderla? ¡Maldición!

Es ¡ay! perder, el que cansado vaga,
La única linfa que su sed apaga
Del desierto en el tórrido arenal.
Es ¡ay! perder el pobre condenado
Que cruzara este mundo, desdichado,
La esperanza en la vida celestial.

Esa mujer me amó... mis años lentos
De soledad, de hastío, de tormentos,
Por ella, por su amor solo olvidé.
Era mi Dios, mi pecho solitario
Fue de su imagen perennal santuario;
Como a Dios adoraba, la adoré.

Cambiose el mundo, para mí sombrío
Cuando me apareció, bello ángel mío,
Riente, puro, dulce, encantador,
Con su mirada lánguida y ardiente,
Con el pudor divino de su frente
Y con su seno trémulo de amor.

Azucena purísima y lozana
Abriéndose al calor de la mañana,
Al beso del cefir primaveral.
¡Oh! ¿quién dijera que secar podría
Aun antes de llegar a medio día
El sol, su cáliz blando y virginal?

¡Mujer, adiós! ¡pudiera yo animarle
Con mi ósculo de fuego, y contemplarte
Apasionada y tierna sonreír!
¡Verte, en tu seno derramar mi lloro,
Y jurarte de nuevo que te adoro,
Y a tus plantas después, mi bien, morir!

Ángel, adiós... tu alma refulgente
Brilla a los pies del Dios omnipotente,
Y amante aún me mira... desde allí.
Cuando el Señor sonría a tus caricias,
Y te arrebate en célicas delicias,
Ángel... mi amor, acuérdate de mí.

Y cuando cruces el azul del cielo,
Nunca te olvides de inclinar tu vuelo
A este lóbrego mundo de dolor.
Yo te veré, yo seguiré tus huellas
Entr e el blanco vapor de las estrellas,
Y de la luna al pálido fulgor.

Yo invocaré tu imagen bienhechora
Para que me consuele en esa hora
De silencio solemne y de quietud.
Porque ¡ay! entonces turbarán mi calma
Las negras tempestades de mi alma,
Reliquia de mi triste juventud.

Yo escucharé tu voz en la armonía
De la floresta al despuntar el día,
De las palmas al lánguido vaivén.
Y en la callada tarde solitaria,
Guando murmure triste mi plegaria
En el Ocaso te veré también.

Del mundo en la borrasca tenebrosa
Tu sublime mirada esplendorosa
Será la estrella que me guíe, mi luz.
Y en mis impías horas de demencia,
El fuego iré a encender de mi creencia
De tu sepulcro en la escondida cruz.

¡Adiós ángel, adiós! en mi tormento
Mi existencia será solo un lamento;
Mas con tu dulce imagen viviré.
¡Adiós, sueños rosados, dulces horas,
Dulces como el placer y engañadoras!
¡Adiós, mi amor y mi primera fe!

FRANCISCO VILLAESPESA



  

El poema de la carne



Cuando me dices: Soy tuya,
tu voz es miel y es aroma,
es igual que una paloma
torcaz que a su macho arrulla.

Sobre mi mano dormida
de tu nuca siento el peso,
mientras te sorbo en un beso
todo el fuego de la vida.

Cuando ciega y suspirante
tu cuerpo recorre una
convulsión agonizante,

adquiere tu faz inerte
bajo el blancor de la luna
la palidez de la Muerte.

 


jueves, 29 de agosto de 2019


RABINDRANATH TAGORE





El Último trato



Una mañana iba yo por la    pedregosa carretera,
    cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
    "¡Me vendo!", grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
    "Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío
    y se volvió sin mí en su carroza.
   
    Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
    y yo vagaba por el callejón retorcido
    cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
    Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."
    Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
   
    Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
    Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
    "Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció
    y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
   
    El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
    Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
    Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
    "Puedo comprarte con nada." Desde que hice este trato jugando, soy libre.


RAMIRO FONTE





El enemigo



Cuando estés un poco malogrado
O te importune ese personaje
Que la derrota, muy sutil urdiera,
Puede hacer asomar en tu rostro,
No arrojes tu sueño como un anillo al río,
Sobre aquello que amas no puedas renunciar.
            
Cuando estés un poco malherido,
Quizás también oscuro, puede que un tanto harto
Y, al procurar verso, no encuentres
La música apropiada, lo que te exige el canto,
Recuerda que algún día fuiste dueño,
Que guardar silencio puede ser causa grande.
            
Cuando llenes de vaho los espejos con la tristeza
De ese ser que los procura, y anda errante en la casa
Como un barco impaciente que abandonó el mar,
Nunca pierdas el rastro de las estrellas
Fugitivas, y nunca te abandones
Al gesto vano, a lo falso o a la mentira.
            
Cuando quieras vivir
Por un país que esté más al norte,
Más cerca de la vida; al abrigo de otros puertos
A los que desciende el cielo con toda la claridad,
Y lejos de estos hombres que no quieren
Saber lo que tú mucho querrías,
Piensa en la casa sola que, desnuda, se dirige
Valiente y traicionada hacia el mar;
Y que debes salvarla, dándole otros caminos.
            
Es así que en esta hora te sucede
Que estás un poco triste, malherido,
Un tanto malogrado y sabes letras
De esas torpes canciones del desencanto,
Mi viejo capitán de las bajas horas,
Olvídate de mí, pero no olvides
Los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos,
Deja que suene la música. Y que pase otra vez.
            

De: “Adeus Norte”


SERGIO BADILLA CASTILLO





Discurso de iniciado



Mis pupilas atrapan con dificultad la profanía del tiempo
la fugacidad de un destello que revela la exactitud de la vida
la palabrería inmediata del vocablo inacabado
Una sombra más ocupa la extensión desconocida de este viejo laberinto
Hay cercanía cerebral con los objetos
una impresión tactable         tangible con desnudez de dedos prontos
un sentimiento de universalidad dactilar lleno de ditirambos y goces
una genética caducidad en una ciudad perversa
al borde de un barranco que deslinda con la más pronta muerte
Pierdo la voz ante la náusea repentina
accedo como cofrade al ara que me será prohibida en los años
La hermosura nupcial ya fue consumada hasta la sangre misma, en ella
que más se pudo colegir en tanto exceso
en su insistencia de procrear a la luz remitente de unos pocos candelabros
en lumbre mezquina contra lumbre encendida de belleza
Las palabras me espasman indecisas el aliento
me perlan la intimidad de humores en la certitud del cuerpo
Mis pupilas se revelan ante la escasa lumbrería
la fúgida  apariencia  de un resplandor equívoco
amengua aún más la sensación de vida
Los recuerdos se aglutinan           amontonan la torpeza vivida
como una vieja lumia callejera que no tiene lugar donde yacer

La historia se repite con escasez de lágrimas
La quietud de los parientes es ritual  agónico
hace que se sienta como sopla el viento afuera en la escollera
Los maeses no vendrán por el camino de arcilla, contendrán sus
rogativas sectarias en las inmediaciones del templo
súplica tras súplica hasta sellar de secreto los decires
El mandil tendrá colores y emblemas de albañiles
el Oriente se abrirá diáfano entre las altas cumbres
Las duelas de las cubas dejarán goterar el vino dulce
tal vez un último ágape seguirá insomne la fiesta
un postrero escanciar de copas fraternales
ni escápula quebrada al iniciado abrazo
ni adustez de sueño largo ni rigidez de condenado
Se ha cumplido el plazo de esta austera residencia