La bajada del calvario
Por
los caminos de la Amargura
(piedras
de sangre, polvo de llanto)
por
el sendero de los
dolores
largos, muy largos...,
sin
un gemido, sin un sollozo
vuelve
la Madre desde el Calvario.
Toda
silencio. Mortal silencio
sella
sus labios;
la
frente inclina con el agobio
de
su quebranto,
y
en lo más hondo del alma-cielo
lleva
la imagen del Hijo amado.
Y
ella lo ha visto sufrir la befa
del
populacho...
y
era la carne de sus entrañas
la
que en el leño miró sangrando...
Y
así le duelen en las entrañas
los
martillazos...
Y
así agoniza... Que su Hijo ha muerto
crucificado.
La
Madre avanza por el camino
(piedras
de sangre, polvo de llanto),
y
temblorosa baja el sendero
por
Jesucristo santificado...
Y
entre las huellas busca la huella
de
aquellos pasos
que
abrieron surcos de luz divina
mientras
el Mártir, agonizando
se
desplomaba bajo el madero
y
con la angustia del fin cercano,
llora
la Madre cuando desciende
desde
el Calvario...
Para
su pena no existe olvido,
tregua
ni bálsamo...
Y
si remembra la dulce infancia
del
Adorado,
y
si memora su hogar dichoso,
y
si recuerda los tiernos brazos
que
de su cuello fueron caricia...
tiembla
en congoja de fiero espanto.
Porque
su Niño, siendo inocente,
sufrió
el castigo de los malvados;
porque
está rota su santa vida;
porque
sus brazos
ya
no se mueven, ya no bendicen,
y
ya no siembran sin un descanso
el
pan sublime de las verdades
que
lo divino puso en lo humano.
Sin
un sollozo, sin un gemido,
baja
la Madre desde el Calvario...
En
lo más puro de sus entrañas,
la
cruz del Mártir se le ha clavado;
y
en lo más hondo de sus pupilas
y
en su recuerdo lleva sangrado
la
cruz del Hijo,
del
Bienamado,
que
de la vida pasó a la muerte
con
la sonrisa siempre en los labios.
Y
cuando baja la Dolorosa
(mustia
azucena, lirio tronchado),
cuando
vacila por el sendero
largo,
muy largo...,
pobres
mujeres la compadecen,
santas
mujeres siguen sus pasos,
y
alguien murmura:
-Ved
a la Madre
del
suplicado;
esa
es la Madre del Nazareno,
que
hoy ha sufrido muerte y escarnio.
Siempre
en silencio llora la Madre,
y
hay en su llanto
misericordia
por los que sufren,
por
los que viven siempre llorando,
por
cuantas madres haya en el mundo
que
a un hijo miren sacrificado
sobre
la cumbre de su Calvario...
¡Y
por la Madre del Nazareno
qué
pocas madres derraman llanto!
. . . . . . . . . . .
Sin
un sollozo, sin un gemido,
mustia
la frente, mudos los labios,
como
una imagen de eterna angustia
vuelve
la Madre desde el Calvario.
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