martes, 17 de septiembre de 2019

ROBERTO AMÉZQUITA





quelarre



Y durante esa noche de aquelarre
me dio por enloquecer a los dioses,
por persuadirles en alta voz y con rumores de espuma
saliendo, por la oscuridad cartilaginosa de la boca.

Enloquecer durante la noche a los dioses,
a los de los cielos y a los de los infiernos,
a las deidades insólitas del espasmo.

Éste es uno de los rumores del exilio,
una trepidante punzada de espanto,
la baja noche sin voces,
tocarlo al cielo
en su empuñadura de hojas que al descenso
llenan, la cavidad del caracol, de canto.

Quiere volver a mí la lengua Enuma-elish,
puedo pronunciarla
ante las pupilas de los animales
pero no sé lo que digo sino el decir,
batiendo consonantes en el aire.
La luz abre los abismos en círculo
y el macho cabrío entrega cantos de mujer
vueltos palabra terrenalicia y sagrada.
Durante el aquelarre suspiro nombres indecibles
y el mundo de los árboles vuelve al mundo;
y la túnica, hecha del pulso de la nada,
seda corre,
bajo la verdad húmeda del polvo.


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