Allí arden
Túnicas negras. Mantos rojos encendidos.
Faldas, sandalias. Telas. Allí arden. En su espalda. Es la hija de Sión,
intrépida. Fugitiva del amor y su abandono. Vino a arder en esta lumbre de
culpa. Viene de regreso del muelle. Fue columna y fue cetro. Fue un campo de
gacelas. Torres púrpura. Cintas escarlata. Centinela. Vino a arder. Cúmulo de
voces la atraviesan. Pero calla. Sólo retazos de rumores atildan —requiebran.
La dama cae entre montones de tela. ¿Una cortesana? Llena la boca de tierra.
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