Morir es quedarse
Nada,
ya nada debo salvo el tiempo.
Sin
mirar atrás,
nada
debo si el año muere.
Mi
memoria queda prendida a ti,
de
la hojarasca del otoño,
de
los pasos que dejo.
Pasar
a ojos cerrados y labios
en
vilo con la noche
con
la ciencia de que llegar es irse
y
volver a soñarte
y
otra vez retornar,
una
vez más quedarse.
No,
nada debo, el tiempo aqueja,
dolerte
del mismo modo hasta siempre,
arderme
y dolerme
otra
piel en mi cuerpo;
vivir
así, como dicen, como es,
así
es el amor en esta tierra prometida,
quiero
decir húmeda,
porque
debajo
muy
abajo de este mundo
hay
carne en la muerte, así vengo,
cabalgando
encima del espinazo
de
un animal fracturado
de
un animal roto
que
fue contenido bajo tierra.
La
muerte nada, nada guarda.
O
el tiempo o la memoria
que
me vivieron
me
hacen llorar en desmedida
cada
noche y cada día;
mejor
es irme
y
dejar cada cosa en su lugar
y
permitir que las horas nos dejen.
Intentaré
de nuevo la historia,
dejo
este cadáver en flor;
soy
esa oscuridad en mi cuerpo,
mi
otro yo que perdí,
mi
alma que te vivió.
Mirarte
sin mirarnos hasta nunca
en
el adiós de la muerte que llega.
Viene
por mí el caballo melancólico,
el
mismo que me trajo a tu sombra,
a
mi casa donde existir
es
de pronto desvanecerse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario