miércoles, 23 de octubre de 2019

FERNANDO SALAZAR TORRES




  
Morir es quedarse



Nada, ya nada debo salvo el tiempo.
Sin mirar atrás,          
nada debo si el año muere.
Mi memoria queda prendida a ti,
de la hojarasca del otoño,
de los pasos que dejo.
Pasar a ojos cerrados y labios
en vilo con la noche
con la ciencia de que llegar es irse
y volver a soñarte
y otra vez retornar,
una vez más quedarse.
No, nada debo, el tiempo aqueja,
dolerte del mismo modo hasta siempre,
arderme y dolerme
otra piel en mi cuerpo;
vivir así, como dicen, como es,
así es el amor en esta tierra prometida,
quiero decir húmeda,
porque debajo
muy abajo de este mundo
hay carne en la muerte, así vengo,
cabalgando encima del espinazo
de un animal fracturado
de un animal roto
que fue contenido bajo tierra.

La muerte nada, nada guarda.
O el tiempo o la memoria
que me vivieron
me hacen llorar en desmedida
cada noche y cada día;
mejor es irme
y dejar cada cosa en su lugar
y permitir que las horas nos dejen.

Intentaré de nuevo la historia,
dejo este cadáver en flor;
soy esa oscuridad en mi cuerpo,
mi otro yo que perdí,
mi alma que te vivió.
Mirarte sin mirarnos hasta nunca
en el adiós de la muerte que llega.
Viene por mí el caballo melancólico,
el mismo que me trajo a tu sombra,
a mi casa donde existir
es de pronto desvanecerse.


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