lunes, 11 de noviembre de 2019

ANNE SEXTON





Después de Auschwitz



Ira
negra como un garfio
me ataja.
Cada día
cada nazi
agarró, a las ocho de la mañana,
un bebé
y lo frió para el desayuno
en su sartén.

Y la muerte observa con ojo casual
y juega con la mugre bajo las uñas.

El hombre es malo
—digo en voz alta.
El hombre es una flor
que se debe incendiar
—digo en voz alta.
El hombre es un pájaro lleno de lodo
—digo en voz alta.

Y la muerte observa con ojo casual
y se rasga el ano.

El hombre con sus dedos milagrosos
y los dedos del pie rosaditos
no es templo
sino letrina
—digo en voz alta.
Que el hombre nunca vuelva a levantar su tacita de té.
Que el hombre nunca vuelva a escribir un libro.
Que el hombre nunca vuelva a ponerse el zapato.
Que el hombre nunca vuelva a levantar los ojos
en una suave noche de julio.
Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca.
Estas cosas digo en voz alta.

Ruego al Señor que no escuche.




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