viernes, 27 de diciembre de 2019

LINA ZERÓN




  
El patio trasero 

Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos
Porfirio Díaz



Nunca lo supe, pero ahora dicen que nací en un patio trasero,
más viejo, más antiguo que los árboles más altos del norte,
con más historia que la siniestra casa blanca de enfrente.
Aquí la hierba se cultiva con indigno y contento desorden,
para que allá la consuman y disimulen sus conciencias,
mientras sus hijos empuñan armas en los colegios
y sus padres empuñan armas en los mercados,
mientras las madres pintan de sal las bolsas negras
y el amo de casa practica golf cada mañana.
Vivimos en el patio trasero más grande del mundo
pero no conocemos el miedo del ántrax
ni el detector de metales para niños
ni el miedo silenciado con drogas militares
ni arco iris de alarmas sonando en la noche.
En nuestro patio trasero crece el maíz sin pesticidas,
los huevos son de gallo y de gallina,
las vacas engordan con forraje y no con las hormonas.
Poseemos flores, remedios, recursos naturales
y un sin fin de tradicionales comidas:
mole, arepas, asados, moros con cristianos, cara pulcra,
postres de frutas frescas y frutas cubiertas de azúcar.

Y uno que otro Mac Donalds.
Hay rosas, claveles, azucenas, y para los novios: azares.
Y en años pasados, la bella amapola que ahora es prohibida
porque el amo del norte la usa para hacer drogas finas.
Tenemos ríos, lagos, mares de verdes y azules tonalidades,
Volcanes, bahías, cascadas, desiertos.
Oro, plata, cobre, petróleo,
 la mano creadora del artesano y brillantes cerebros.
Aquí no se fabrican poblados enteros con jardines artificiales,
habitados por rostros de plástico con dinero de plástico
que piden para llevar su comida de plástico en dogui bags.
Pobres vecinos del norte que dependen para vivir de los recursos
    de este hermoso, vasto y altivo patio trasero.


De: “Ciudades donde te nombro”



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