domingo, 24 de mayo de 2020

GEORG TRAKL





De camino



Por la tarde, trajeron al extraño hasta la morgue;
Olor a alquitrán; el quieto rumor de rojos sicomoros;
El vuelo oscuro de los grajillos; en la plaza, un relevo de
guardia.
El sol se ha puesto bajo negros lienzos; siempre regresa
esta vieja tarde.
En el cuarto de al lado, mi hermana toca una sonata
de Schubert.
Muy quieta, su sonrisa se hunde en las ruinas de la
fuente,
Rumorosa, azul, en el crepúsculo. Oh, qué vieja es
nuestra raza.
Alguien susurra abajo en el jardín; alguien abandona
este cielo negro.
Un olor a manzanas desde la cómoda. La abuela enciende
las velas doradas.
Oh, qué benigno es el otoño. Quietos, suenan nuestros
pasos en el viejo parque
Bajo los altos árboles. Oh, qué serio es el rostro de
jacinto del crepúsculo.
El manantial azul a tus pies; pleno de secretos, el rojo
silencio de tu boca,
Oscurecido por el reposo del follaje, el oro oscuro de
girasoles desfallecidos.
Tus párpados llevan el peso de la amapola y sueñan,
quietos, sobre mi frente.
Suaves campanas hacen temblar el pecho. En el crepúsculo,
Una nube azul es tu rostro hundido en mí.

Se escucha una canción a la guitarra en una extraña
taberna,
Las silvestres enramadas del saúco ahí, un día de
noviembre hace ya tanto,
Pasos conocidos en la lóbrega escalera, la imagen
ocre de las vigas,
Una ventana abierta, vieja habitación de dulces
esperanzas.
Tan indecible es todo esto, oh Dios, que conmovido
cae uno de rodillas.

Oh, qué oscura es esta noche. Una flama púrpura
Se extingue en mi boca. En el silencio,
Muere el alma temerosa de una solitaria música de
cuerdas.
Basta. Ebria de vino, se sumerge la cabeza en la
alcantarilla.


No hay comentarios:

Publicar un comentario