De camino
Por
la tarde, trajeron al extraño hasta la morgue;
Olor
a alquitrán; el quieto rumor de rojos sicomoros;
El
vuelo oscuro de los grajillos; en la plaza, un relevo de
guardia.
El
sol se ha puesto bajo negros lienzos; siempre regresa
esta
vieja tarde.
En
el cuarto de al lado, mi hermana toca una sonata
de
Schubert.
Muy
quieta, su sonrisa se hunde en las ruinas de la
fuente,
Rumorosa,
azul, en el crepúsculo. Oh, qué vieja es
nuestra
raza.
Alguien
susurra abajo en el jardín; alguien abandona
este
cielo negro.
Un
olor a manzanas desde la cómoda. La abuela enciende
las
velas doradas.
Oh,
qué benigno es el otoño. Quietos, suenan nuestros
pasos
en el viejo parque
Bajo
los altos árboles. Oh, qué serio es el rostro de
jacinto
del crepúsculo.
El
manantial azul a tus pies; pleno de secretos, el rojo
silencio
de tu boca,
Oscurecido
por el reposo del follaje, el oro oscuro de
girasoles
desfallecidos.
Tus
párpados llevan el peso de la amapola y sueñan,
quietos,
sobre mi frente.
Suaves
campanas hacen temblar el pecho. En el crepúsculo,
Una
nube azul es tu rostro hundido en mí.
Se
escucha una canción a la guitarra en una extraña
taberna,
Las
silvestres enramadas del saúco ahí, un día de
noviembre
hace ya tanto,
Pasos
conocidos en la lóbrega escalera, la imagen
ocre
de las vigas,
Una
ventana abierta, vieja habitación de dulces
esperanzas.
Tan
indecible es todo esto, oh Dios, que conmovido
cae
uno de rodillas.
Oh,
qué oscura es esta noche. Una flama púrpura
Se
extingue en mi boca. En el silencio,
Muere
el alma temerosa de una solitaria música de
cuerdas.
Basta.
Ebria de vino, se sumerge la cabeza en la
alcantarilla.
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