Felix Randal
Felix
Randal el herrero, oh ¿ha muerto entonces? ¿concluido
ya mi deber,
Que
contemplé su hechura de hombre, huesos grandes
y recia apostura,
Decaer,
decaer, hasta el tiempo que en él la razón
se extravió y unos
Cuatro
desórdenes fatales, ahí encarnados, contendieron
todos?
Lo
quebró la enfermedad. Impaciente, maldecía al principio,
pero se enmendó
Una
vez ungido y todo; si bien su temple celestial comenzó
pocos
Meses
antes, desde que por mi mediación nuestro dulce
alivio y rescate
Le
fuera administrado. Ah bien, ¡Dios lo descanse y a toda
senda que jamás ofendió!
Este
ver a los enfermos nos encariña con ellos, los encariña
también.
Mi
lengua te enseñó consuelo, mi tacto extinguió
tus lágrimas,
Tus
lágrimas que mi corazón tocaban, hijo, Felix, pobre
Felix Randal;
¡Qué
lejos de entonces el presentimiento, en tus años
de mayor bullicio,
Cuando
en la tosca fragua sombría, poderoso entre iguales,
Forjabas
al gris percherón su brillante y sonora sandalia!
Liverpool, 28 de abril de
1880
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