En el laberinto
Cuántas
veces mi paso se detuvo,
¡oh, Confundida!
y tu rostro busqué en esta oscuridad!
Ahora me detengo solo
para torcer y en tu nombre afirmarte.
El
hilo de la trama suntuosa destejido
—el hilo que allí fue Rostro o Índice—, rehúso.
Esposa
fatua,
qué lejano tu olvido del apresto
y la lámpara seca,
para el que no tiene memoria…
Sólo tengo el recuerdo de tu olvido
y desasistimiento en la primera angustia.
Sin
embargo, te amo todavía:
esta certeza me ha sobrevenido
con la conciencia de mi soledad.
Ya
no es posible que me vuelva
ni que me sirva de aquel hilo. Cada
paso torcido afirma nuestros nombres
—te amo, te amo todavía—: la Confundida y el Perdido.
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