Última
habitación del silencio
Caminamos
hacia el final del día.
Hacia la última habitación del silencio
donde se ha decapitado
a todos los pájaros del mundo.
Una grieta se abre debajo de lo que fuimos.
Emana un tufo agrio, de banderas rotas.
Ahí está la noche totalitaria.
La fastidiosa corrupción de la madera.
El rigor de los clavos.
El ineludible filo del mundo.
Tenemos
certeza del sitio
y de la tierra que ocuparemos.
No de la prolongación del día
que se ha colocado sobre nosotros
como un imperio celeste.
Como una herida roja
que pulsa con cada parpadeo,
pero que no desciende
hacia la última habitación del silencio.
Porque está aquí desde el principio
y no se irá hasta que se detengan todos los caballos
a contemplar la gloriosa explosión de estrellas.
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