Encabronado
Estoy
encabronado hasta los tuétanos
con
tantas chingaderas, así se dice en México,
como
veo día con día por todas partes,
con
los líderes del mundo a la cabeza,
de
este cuento tan cuento, y en descuento,
de
brujas malolientes y de perversas hadas,
en
que se ha convertido
nuestra
pobre y triste humanidad.
Estoy
de veras harto de ver
enriquecerse
a los parásitos
y a
los hijos de pulga entremezclarse
con
chinches y piojos
mientras
que surgen plagas de torvas garrapatas
con
ojos de viciosas cucarachas.
Encabrona
descubrir que en el fondo
las
rosas son ortigas.
Encabrona
este grito destinado al silencio.
Enrabia
esta pobreza que la riqueza empuja
al
espantoso extremo del hambre desmedida.
Me
desespera, sí, me desespera
este
amargo y sombrío 2010
y me
pone la casa boca arriba
o,
quizá mejor dicho, boca abajo,
la
subida salvaje de los precios
y el
clamor furibundo de mis deudas.
Estoy
encabronado, amada mía,
encabronado
estoy hasta la última gota de mi sangre;
que
me cuesta un testículo tratar de comprender
por
qué sigo creyendo en las galaxias
y
por qué no, de una vez por todas,
me
decido arrojar al basurero la pluma y el papel
y
dejo de escribir y busco un hoyo negro
y me
pierdo en la nada como ese viejo sol
que
en este instante acaba de morir
junto
con los planetas que a su calor soñaban y vivían.
Estoy
encabronado mientras cuento mis años,
ya a
tres de los ochenta y pobre como ayer
y
hundido en las miserias de mi hoy,
veo
crecer mi cabreo,
este
cabreo tan mío que, por momentos,
¡ay
desesperación desesperada!,
me
amarra como ves de pies y manos.
Me
amarra, sí, me amarra
a la
fiera y voraz dictadura del dinero,
disfrazada
de astuta democracia,
aunque
no obstante, vida de mi vida,
jamás
nunca jamás nadie podrá impedir
que
la poesía, que es libertad y amor enamorado,
en
tanto respiremos y sigamos cantando,
continúe
iluminando nuestras vidas.
México, D. F., 17
enero 2010
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