Oración
no dicha
Quebrados la paz y el crepúsculo,
postergadas la celebración y la herida,
la espada final cumple su promesa:
brillo y santidad.
Lejos la vicaria de la palabra cae en forma de ocaso.
¿A quién dirigirme en mi oración? ¿al mar?
¿a las montañas y su soberbia?
¿a la tumba de mi antepasado?
Mi cabeza enfrenta la duda
y el sonido de un piano inmenso
que ardiente y real se agita cerrándome el paso.
Le hablo al aire y el aire escucha
en toda su dimensión.
De:
“Causas naturales”
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