miércoles, 5 de mayo de 2021

CARLO ANTONIO CASTRO

  


 

Tímido Ulises

 

 

I

 

Penélope de siempre,
araña araña
las arenas del día,
las aguas
de la noche.
La tela de la vida,
la de la muerte,
araña.

Ósculo aéreo,
palpitación
de miembros,
la tejedora
va, viene, separa
fosos,
ventanales de espera
—bordados de vacío
poliédrico—
abismos ansiosos.

 

Vientre que se recrea,
glándula y pinzas
prodigiosas: telas
de maravilla,
apenas asomantes,
casi intangibles,
delicia
de la yema que explora
arácnidas culturas.
Penélope es la araña.

 

 

II

 

Invitación estética,
la muerte aguarda
(no hablemos de la vida)
estática.
Incansable.
Lo que se obtiene es siempre
producto de una espera,
de una ansiedad reflejo,
de una resurrección
moribunda, laboriosa
ociosidad,
atávico arte,
urgencia abdominal.

 

El arácnido paso
recrea
a cada tramo, hilo por hilo,
la trama entera:
Beso del aire
con la savia animal,
la sabia araña
-la que teje
testifica.

La araña araña
el vuelo de los hilos
temporales y eternos:
poda
las flotantes rebabas.
geométrica
gravitación precede
su atenta vigilancia,
devoradora de segundos
y de terceros.

 

 

III

 

La biología
(no hablemos de la historia)
deja caer la ingrávida
ceniza de las moscas;
y la noche,
su manto azul oscuro
remendado,
zurcido con cien hilos
y puntos blancos
o amarillos.

 

Hay como un arañar
más sutil,
de mas cosquilleante
sabiduría:
el arañar del agua
—luna y nube—
nocturna:
cubica matemática
infinita.
Las lucidas puntadas
del sereno
visten helados paisajes
en la tela de araña.
Liquidas perlas
hacen carambolas
con el iris,
con la estrella,
con el sol que despierta,
con el canto del gallo,
con las ubres calientes,
con los pasos primeros
—bostezantes—,
con el niño
del tiempo,
con el insomne anciano
que busca y quiere asir
-y no se atreve la
tela del instante
que sus ojos araña,
que hace de la suya
mil caras
pasadas.
Tela de la pequeña
araña:
agua, luz y madrugada.

 

 

IV

 

Sé que he perdido el tiempo
(ganado eternidad)
contemplando,
poniendo a secar
esta mojada tela.
Sé que el tiempo he perdido,
confuso Ulises,
mosca verbal,
golosa, tal vez, de la basura
de las palabras.
No sé si tuve
atisbos perdurables.

 

De todos modos
un ocioso arañar ha precedido
mi caída y mi perdida,
mi arácnido sudario,
tela :
Penélope araña eternamente
el tiempo.

 

Soy un Ulises que no encuentra
senderos.
Y me he perdido,
hoy,
en el milagro de una araña
matutina :
tejedora de siempre,
presentida Penélope.

 

 

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