viernes, 20 de agosto de 2021

VÍCTOR RIVERA

 

 


 


Obsidiana
VI

 

 

La historia de los nombres se reúne en lo que tocas,
y la letra con que señalas al valle de Anáhuac
se debe a una lenta acumulación de sedimentos:

 

el nombre Lirio y el nombre Azor
sólo con tiempo han reunido vuelo y blancura,
bajo los glaciares y el légamo.

 

He aquí el secreto de por qué las cosas resuenan si se nombran,
de por qué los juncos se inclinan al oído
que por primera vez escucha
su conversación con el viento.

 

La historia de los nombres está en lo que tocas,
en el collar de reliquias que queda de la vida que apagas,
en el bisonte que expira bajo el filo de obsidiana,
y rezuma en su estertor una estampida de siglos.

 

Aunque ignores cuánto le ha costado al tiempo
hacer la coreografía del cardumen,
cuántos nombres se han hecho
con el azul que sostiene el sueño de las ciudades,

 

en la gota de saliva está la sal de los océanos,
en la vela que enciendes el sol de los espacios.

 

 

 

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