El peso del horror
Pero
ahora estás tú,
tu carne gloriosa,
tu sangre divinal,
tu alma incandescente.
Tu humanidad sin límite.
No importa el sufrimiento
ni el dolor importa,
ni la muerte es nada
si te he conocido.
Porque tú eres la cara de Dios
hecha hembra,
porque tú eres su cuerpo
sufriente, doloroso y mortal.
Tú eres quien Dios escogió
para reclinar mi cabeza.
Tú eres el resplandor de mi pobreza,
tú la gloria de mi miseria,
la dulce y tibia niebla
de mi desamparo.
Te amo hasta los huesos
y lo que hay más adentro de los huesos.
Te amo porque te estás muriendo
al mismo ritmo que yo.
Te amo porque estás desvalida
y envejeces, y se te abren
arrugas y crecen canas.
Te amo porque cuando tuve hambre
me diste a mamar tu leche
y con tu leche el alma.
No me importa morir
porque he conocido a la mujer
que ha sido mi madre, mi hermana,
mi amante y mi amiga:
El todo mi ser.
De: “La palabra muda”
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