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Donde
un tiempo el peripato se abarrotaba,
ahora
de hombres sin ética el mundo se reanima.
Donde Pitágoras reivindicaba la palabra,
clandestinos
sin futuro se asoman a la vida.
Síbari
ya no brilla, Pompeya se derrumba.
Cada
filósofo tenía un escollo en el que conversar,
hoy
en día quienes toman el sol en la playa es gente en paro.
No
obstante aún escucho el canto de Homero.
Nosotros
somos los sordos y los ciegos.
Él
grita, grita, grita, en vano.
De:
“Poemas para delinquir”
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