¿Qué
te puedo decir? Nunca he sabido
el lugar de mi boca.
¿Recuerdas
cuando niño? Una terrible espada de silencio
cortaba mi garganta y yo asía tu mano
para que rescataras mi carne atropellada
por aquel hipo ciego y deslumbrante.
¿Lo
recuerdas? Era preciso entonces aprender a enfrentarse
con nuestra propia vida solitaria,
vencer todas las cosas naturales,
llegar hasta los rostros que esperaban un aire de sonrisas.
¿Recuerdas?
Hoy parece imposible
haber quedado ahíto de dolor en una mano amiga,
sentir el fuego sucio pegado a la garganta,
arrastrar esa turba de piedras y palabras
hasta la inútil boca.
¿Y
ahora qué diré.
qué guirnalda de oscuras explosiones
será capaz de enrojecer la tierra?
¿Tomarás otra vez entre tus manos la hinchazón del dolor
y empujarás conmigo
ese antiguo torrente de piedras y palabras?
Escucha un poco, padre.
Hazte un poco el dormido y escucha como llego
apenas derrumbando el silencio que amas.
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