XXXI
Estamos
aquí en Labrador. Siempre
he deseado estar aquí, especialmente contigo,
en esta cabaña donde relumbra fuego. Tú
llevas
un traje Calvin Klein y yo
la chaqueta de terciopelo que heredé de mi padre.
Eso es todo. ¿Por qué? Porque estoy feliz. Y atento
al
primer signo tuyo que nos lleve a la cama.
Esos momentos de frívola anticipación
son los más felices de mi vida. Y me pregunto si acaso
no
somos parte de alguna predicción sobre
lo bueno que puede ser el mundo sin nosotros,
en este frígido paisaje, libres de la necesidad
de
comprar, estamos donde el mundo se dirige.
O tal vez formamos parte de un registro de lo que
ya ocurrió, y somos un signo de las profundidades
donde
se hundió el mundo. Tu costoso traje,
mi envejecida chaqueta, esta cabaña sin cañerías
dentro, sin horno decente, sin estéreo ni TV.
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