En
la tumba de Silva
A Eduardo Castillo
I
Rasgando
la helada tiniebla
los ámbitos puebla
del reloj el cantar doloroso
que las horas marca;
y a la fría mansión del reposo
do reina la Parca,
llega el triste din-dán misterioso
lento, rítmico, lúgubre, igual…
II
Al
mezclarse los largos gemidos
de las hojas que el ábrego barre
a los alaridos
que allá en su aquelarre
dan duendes, y trasgos, y brujas,
y a los raros dúos
que desde la torre de altivas agujas
entona la amante pareja de búhos
con voz gutural…
¡se oye una canción funeral!
III
En
sus alas los vientos dispersos
y la brisa inquieta,
y el aura que gira,
van trayendo del muerto poeta
las canciones tristes, los alados versos
de su regia lira
de cuerdas de oro…
y en ágil y límpido coro,
prorrumpen rasgando el silencio letal…
¡en una canción inmortal!
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