"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 31 de mayo de 2022
GERTRUDIS PEÑUELA
Amor no es…
Ya
ni versos escribo, sólo queda
este soñar de lágrimas teñido,
y una queja distante en el olvido
azul lejano de tu voz de seda.
Amor no es, es algo que remeda
la desmembranza del rosal caído,
donde ya ni las sombras hacen nido,
ni el viento en rondas de cristal enreda.
Algo que ayer fue lirio de mi fuente,
frescura de mi noche, y suavemente
luminar en mi senda florecida.
Algo que en mi agonía aún retengo,
porque es la única verdad que tengo
y no puedo arrancarla de mi vida.
MARIO BENEDETTI
Ustedes y nosotros
Ustedes
cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros
cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual
ustedes
cuando aman
calculan interés
y cuando se desaman
calculan otra vez
nosotros
cuando amamos
es como renacer
y si nos desamamos
no la pasamos bien
ustedes
cuando aman
son de otra magnitud
hay fotos chismes prensa
y el amor es un boom
nosotros
cuando amamos
es un amor común
tan simple y tan sabroso
como tener salud
ustedes
cuando aman
consultan el reloj
porque el tiempo que pierden
vale medio millón
nosotros
cuando amamos
sin prisa y con fervor
gozamos y nos sale
barata la función
ustedes
cuando aman
al analista van
él es quien dictamina
si lo hacen bien o mal
nosotros
cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar
ustedes
cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros
cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual.
LUIZA ROMÃO
paris
nadie te avisó i’m so sorry
nadie se acordó de decírtelo
un hombre que escoge el amor
jamás será redimido
que frote con acetona
los dientes de su hermana
que prenda fuego a cuarenta y tres
araucarias en extinción
que clave en el salón
la carcasa del último búfalo de agua
y
todo esto voilà
todo esto es comprensible
pero un hombre que elige el amor
eso es imperdonable
De: “Também guardamos pedras aquí”
Versión de Sofía Crespo Madrid
RAMÓN COTE
Para empezar el año
Llevas
dieciséis años escribiendo
al lado de la misma ventana y en todo este tiempo
has venido rasgando con tu codo la tela del sofá
que ahora cubres con un modesto paño
para que las visitas no adviertan enseguida
el daño continuo que le has hecho al mobiliario de la casa.
Dos
hijas, varios libros publicados, un matrimonio
y una biblioteca, la compañía del whisky, cientos de noches
y miles de cigarrillos. Así, igual que entonces,
empiezas otro año con la misma costumbre,
considerando la posibilidad de llamar al tapicero
pero en ningún momento de cambiar de lugar
ni mucho menos de oficio.
Algo
de todo esto habrá que valga la pena,
piensas, ya de noche, con un vaso en la mano repleto de hielo
al lado de esa ventana que te ha visto tantos años
hacer lo mismo en soledad, sin molestar
a los vecinos, escuchando las notas del piano
de las variaciones Goldberg –gran Glenn Gould-
lector de cuello inclinado, fantasma entre el humo,
silencioso suicida.
SAMUEL VÁSQUEZ
No sé
No
sé que una muchacha llora en su cuarto
cerca de mi casa. No sé que un niño cabalga en su
potro de madera y nos deja rezagados en la carrera
de su sueño. No sé que una mujer esconde un
cuchillo de temor bajo la almohada de su abandono.
No sé que un músico se ahorca en el sol temperado
de su contrabajo. No sé que alguien roe el muro que
divide la luna para conocer la justicia de sus manos.
No sé que un hombre resbala en su propio miedo.
No sé que otro es desarraigado de su tierra como un
árbol sin sombra. No sé que alguien apaga las luces
y choca contra su propio cuerpo. No sé que en un
atezado crisol se muta plomo en oro. No sé que el
asesino da de comer a las palomas. No sé que un
espejo miente. No sé que un taimado provoca un
derrumbe de rocas para ocultar el peñasco. No sé
que tú me deseas en un secreto que acrecienta mi
soledad. No sé que alguien calla en otra lengua
palabras hechas con la sustancia del sueño.
No sé que en una tarde que no llega, muere un sabio solo,
lejos. No sé que un poeta llega al misterio y huye
enajenado por su fulgor. No sé que usted lee ahora
estas palabras:
JORGE ZALAMEA
Narcisiana
Ésta
era otra casa.
La de los muchos patios:
el patio de las ceremonias y los grandes;
el patio de los huéspedes bienvenidos;
el patio de los niños;
el patio de las criadas;
el patio de los lavaderos y los bebederos;
el patio de las caballerizas;
el patio de las aves de corto vuelo;
el patio de las legumbres suculentas.
Y ahora estaba solo,
solo en la casa de los muchos patios,
solo el muchacho.
Comenzó
a recorrer el feudo ceremonial.
Espejos
en el cuarto del piano,
Espejos en el salón de las reverencias, las hipocresías y las palabras vanas,
Espejos en el comedor artesonado,
crujiente de porcelanas y cristales,
llameante de cobres y de azogues de plata;
Espejos en la alcoba de la madre,
Espejos en la alcoba de la hermana mayor, la muy mimada…
Espejos,
espejos
en laberinto de traidoras aguas.
Las
aguas agrietadas de lunas venecianas,
como rostros de ancianas;
las aguas cristiazules de Alemania;
las aguas de Holanda, vermerianas;
las aguas nacaradas de Francia;
las implacables aguas de España.
¡Nadar,
nadar
en esas aguas!
Con
candidez de lirio
se desnudó el muchacho:
enhiesto como un grito,
limpio como una espada,
enjuto como un eje,
blanco como una hostia
de amor sacrificada…
Se miraba,
se multiplicaba,
se sumergía,
giraba,
danzaba
una danza horizontal
en la altamar de los espejos.
lunes, 30 de mayo de 2022
GERTRUDIS PEÑUELA
Bohemia
Jugadora
de sueños
llegué un atardecer hasta tu mesa;
llevaba en los cabellos ya marchita
la solitaria rosa
que me dejó un tahúr la última fiesta,
y en los labios el rictus fastidioso
de una noche ceniza de placeres,
ungida bajo el opio de la luna
con una media-luna en las ojeras.
Llegué
a jugar por tu sonrisa clara
mi último granate,
y a cambiar por tus manos cariñosas
mi última promesa;
por eso fui morena de crepúsculo
copiando en las pupilas abismadas
ese fuego de otoño que en tu cuerpo
arde con tonos suaves de violeta.
Jugadora
de sueños, de imposibles…
En tus besos perdí hasta el cascabel
de mi alegría,
y sólo traje un tósigo de olvidos
en la boca in saciada,
y un perfume de pinos macerados
revuelto en la musgosa cabellera.
¡Oh,
la tristeza de los ojos idos
que agiganta la ausencia,
y la infinita angustia de los besos
que en las noches sin sueño
crece como el negror de las pavesas!
¡Oh, las manos amadas
que llorando besamos
en las noches inmensas,
y la boca incitante
que tibió de caricias
nuestro cuerpo de seda,
y el cabello cansado
donde locas bebimos
un perfume de anémonas!
¡Oh,
la blanca nostalgia,
de paisajes remotos,
donde acaso encontremos
bajo soles de gloria
un licor de inconsciencia!
¡Oh, la fresca alegría
que embriagadas perdimos,
por tender solitarias
hacia cielos remotos,
nuestras alas viajeras!
Jugadora
de sueños, jugadora inexperta,
entre tus labios dejé mi clara soledad,
y hoy llevo un vivac de añoranzas
en mi débil bagaje,
y de espaldas al plácido horizonte
devano los estériles minutos
en el ancho telar de las esperas.
Tal
vez mañana volvamos a encontrarnos
en el vértigo azul de la ruleta.
Tú, con la copa del festín vacía,
yo, con la risa del placer ya muerta.
BARBARA KÖHLER
Caja azul
Por
qué tan triste Hace poco hablábamos
La enseñanza inculcada: no esperar nada
aceptar todo lo que llega dar en lo posible
entre ir y venir el término medio
significa quedarse entre recibir y dar
no hay nada que esperar Estas son palabras
eso es todo. La desesperación
de hablar. El medio vacío un espacio inter-
medio la esperanza inhabitable No queda
nada detrás del borde triste del amor
los hechos no son neutros ni para la mujer
de un hombre ni para el hombre de una mujer
en vez de esperar por un trozo de azul déjenme ser: eso
De: “Blaue Box”
Versión de Geraldine Gutiérrez-Wienken
LUIZA ROMÃO
polifemo
nadie te cegó
no fue ulises
esa noche el policía no llevaba identificación
De: “Também guardamos pedras aquí”
Versión de Sofía Crespo Madrid
MARIO BENEDETTI
Viceversa
Tengo
miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo
ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte
tengo
urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o
sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.
ALPHONSE DE LAMARTINE
Aislamiento
A
menudo en el monte, bajo algún viejo roble,
viendo el sol que se pone tristemente me siento;
dejo que todo el llano mis miradas abarquen,
el cambiante paisaje que se extiende a mis pies.
Aquí
el río con olas espumosas murmura,
serpentea y se pierde en oscuros confines;
allí inmóvil el lago es un agua dormida,
con la estrella de Venus adornando su azul.
En
la cima, que bosques muy sombríos coronan,
el crepúsculo pone su fulgor postrimero;
y el brumoso carruaje que conduce las sombras
emblanquece, elevándose todo el amplio horizonte.
De
la gótica flecha surge entonces un son
religioso que invade todo el aire; el viajero
se detiene y escucha la campana que mezcla
a los últimos ruidos de aquel día su canto.
Pero
halagos así no conmueven mi alma,
que parece insensible, incapaz de emoción;
y contemplo la tierra como un vago fantasma:
no calienta a los muertos este sol de los vivos.
De
colina en colina pongo en vano mis ojos,
desde el norte hasta el sur, de la aurora al poniente,
y me digo: «No existe ni un lugar en el mundo
donde pueda pensar que me espera la dicha».
¿Qué
me importan los valles, los palacios, las chozas?
Sus encantos son vanos, para mí nada cuentan.
Ríos, montes y bosques, soledades amadas,
sólo un ser está ausente y todo es un desierto.
Miraré
indiferente los caminos del sol,
qué más da si en su inicio o en su parte final;
si se pone o si nace entre nubes o azul,
¿a mí el sol qué me importa? Nada espero del día.
Si
pudiera seguirle en su larga carrera
por doquier yo vería el vacío y el páramo.
Nada quiero de todo lo que el sol ilumina,
nada quiero tener del inmenso universo.
Mas
tal vez más allá de su curva celeste,
donde el sol verdadero otros cielos alumbra,
si pudiera dejar mis despojos aquí
lo que tanto he soñado se mostrara a mis ojos.
Allí
me embriagaría en la fuente deseada
y volviera a encontrar esperanza y amor,
ese bien ideal al que aspiran las almas
y que no tienen nombre aquí abajo en la tierra.
¡Si
pudiera en el carro de la Aurora elevarme
vago fin de mis ansias, en el cielo hasta ti!
¿Por qué aún sigo atado a esta tierra de exilio?
Entre la tierra y yo nada existe en común.
Cuando
la hoja del bosque cae sobre los prados,
cuando el viento nocturno la arrebata a los valles,
yo quisiera también ser esa hoja caída:
¡Arrastradme como ella, aquilones, borrascas!
MAROSA DI GIORGIO
Árbol de magnolias…
Árbol
de magnolias,
te conocí el día primero de mi infancia,
a lo lejos te confundes con la abuela, de cerca, eres el aparador
de donde ella sacaba el almíbar y las tazas.
De ti bajaron los ladrones;
Melchor, Gaspar y Baltasar;
de ti bajaban los pastores y los gatos;
los pastores, enamorados como gatos,
los gatos, serios como hombres, con sus bigotes y sus ojos de enamorados
Esclava negra sosteniendo criaturitas, inmóviles, nacaradas.
Virgen María de velo negro,
de velo blanco, allá en el patio.
Eres la abuela, eres mamá, eres Marosa, todo eres, con tu
eterna
juventud, tu vejez eterna,
niña de Comunión, niña de novia,
niña de muerte.
De ti sacaban las estrellas como tazas,
las tazas como estrellas.
Estuvo oculto en tus ramos el Libro del Destino.
Te has quedado lejos, te has ido lejos.
Pero, voy retrocediendo hacia ti,
voy avanzando hacia ti.
Te veré en el cielo.
No puede ser la eternidad sin ti.
domingo, 29 de mayo de 2022
E. E. CUMMINGS
Llevo tu corazón conmigo
Llevo
tu corazón conmigo
lo llevo en mi corazón
nunca estoy sin él.
A donde quiera que voy vas tú mi amor;
Y donde aquello que hago yo sola
es gracias a tí, mi cielo.
No le temo al destino
ya que tu eres mi destino, cariño.
No quiero ningún mundo porque hermosa
tu eres mi mundo, mi bien.
Este es el secreto más profundo que nadie conoce…
Esta es la raíz de la raíz
y el brote del brote
y el cielo del cielo de un árbol llamado vida;
que crece mas alto de lo que el alma pueda esperar… o la mente ocultar
Es la maravilla que mantiene las estrellas separadas
Llevo tu corazón
lo llevo en mi corazón
Si
te gustan mis poemas, déjalos…
si
te gustan mis poemas, déjalos
caminar en el atardecer, un poco detrás de tí
entonces
la gente dirá
“A lo largo de esta senda vi pasar a una princesa
en ruta a encontrarse con su amante era
hacia el anochecer con sirvientes altos e ignorantes.”
Nota: Edward Estlin Cummings nombre del
poeta conocido como E. E. Cummings
PHILIP LEVINE
Una historia
Todo
el mundo adora las historias. Empecemos con una casa.
Podemos llenarla con prolijos dormitorios, y llenarlos
De cosas –mesas, sillas, alacenas, gavetas,
Cerradas para esconder camas pequeñas donde los niños alguna vez durmieron
O grandes cajones abiertos como bostezos para revelar
Prendas dobladas con precisión, lavadas hasta el desgaste,
Inmaculadas, viejas, y esperando ser usadas del todo.
Debería haber una cocina, y la cocina
Debería tener una estufa, quizás una grande de acero
Con un grueso tubo negro que desapareciera en el techo
Hasta alcanzar el cielo y despedir sus olores conjuntos.
Esto ha sido el centro de cualquier vida familiar
Que haya estado aquí, esto y el lavabo ahora amarillo
Alrededor de la rejilla donde el agua, sucia o pura,
Desaguó sin explicaciones, algo así como el punto
De esto, la historia prometida que tal vez entreguemos.
Sin duda alguna, una familia estuvo aquí. Ahora ves
el sendero trazado en el linóleo donde la madera,
el gris pino, muestra en ella.
Un padre estuvo aquí a la mitad de su vida
Para llamar a los cielos sobre el tejado que imaginó
Debían estar escuchando. Cuando nadie respondía
Puedes ver donde sus pasos vuelven una
Y otra vez, pese a que se le ha enseñado
A nunca suplicar. No es que la vida fuera especialmente cruel;
Tuvieron agua potable que bombearon primero,
una cocina que proveía calor, una madre que permanecía
en el lavabo a todas horas y miraba con nostalgia
a donde el bosque una vez retuvo el sonido
de osos pequeños –una familia también ellos- y las canciones
de aves que volaron lejos una vez en el bosque alrededor,
un árbol a la vez después de que los trabajadores llegaron
con jarros de café caliente. El lugar desgastado en el alfeizar
es donde la madre descansaba su cabeza mientras nadie veía,
esas dos crestas manchadas ahora eran asideros
donde se apoyaba, y nunca le fallaron.
¿Dónde está ahora? ¿Crees que tienes derecho
A saberlo todo? ¿Niños bastante pequeños
Para caber en las alacenas, bastante grandes para tener dormitorios
Para sí mismos y abandonarlos, el padre
Con la mano derecha levantada al cielo?
Si estas preguntas son muy personales, entonces dinos,
¿Dónde está ahora el bosque? Tiene que haber estado
Porque el continente estaba plagado de árboles.
Todos lo hemos leído en la escuela y sabemos que es cierto.
Todo lo que vemos son casas, filas y filas
De casas distantes para la visión, y donde ella se desvanece
Hacia la nada, en el nuevo mundo que nadie ha visto,
Debió haber más que polvo, partículas al viento
De la tierra quemante, la tierra que perdimos, y nada más que eso.
JOSÉ SANTOS CHOCANO
A un soñador
Para Leopoldo Cortés
¿Adónde
vas incauto y errabundo,
con los desnudos pies hollando abrojos?
Tu reino ¡oh, soñador! no es de este mundo;
¡alza del suelo los cobardes ojos!
¿Qué
te importa el clamor de torpe lucha
en que se agita la pasión humana?
El extraviado caminante escucha,
tendido en el desierto, el breve paso
con que lo adelantó la caravana.
¿Pero es que tú te retardaste acaso?
No:
tú te apartas, porque así lo quieres,
del rumbo señalado a tu destino:
tú eres dueño de ti. Bien sé que no eres
una piedra rodando en el camino.
Empedernido
soñador, ansías
ceñir a tu ideal la humana suerte;
y execras, como un joven Jeremías,
el dolor de las grandes tiranías
y la ley opresora del más fuerte…
Quisieras
estrechar entre tus brazos
al pueblo no domado en las peleas;
romper los yugos; desatar los lazos;
¡y hacer la comunión de las ideas,
repartiendo tu carne hecha pedazos!
¡Ay
de ti, soñador! Tu afán es grande,
pero inútil también. No es todavía
tiempo que el Sol de la justicia mande
un rayo redentor, a la sombría
prisión del pueblo. Tu presura es vana.
Romeo: no es la alondra, no es el día;
no es tiempo que abandones la ventana
en que te habla de amor la Poesía…
Ama,
busca un amor. Cántale el canto
del acendrado afán que te devora;
y así cual viertes generoso llanto
por el pueblo que sufre, amando llora…
¿Crees
acaso tú que el sacrificio
de tu sangriento Gólgota, redime
al pueblo, que te mancha con su vicio,
que corre desolado al precipicio
y que besa la mano que lo oprime?
Abandona
tu afán: deja el trabajo
de tu prédica santa en el desierto…
Mira hacia las alturas, no hacia abajo;
y si el llanto quizás tu vista empaña,
preferir debes la Oración del Huerto
al inútil Sermón de la Montaña!
¿Para
qué vas cual loco peregrino
buscando agravios que vengar? Tus quejas
befadas son: desanda tu camino;
no bregues con ejércitos de ovejas,
ni te encares con aspas de molino…
Un
día llegará. —¡Tardará el día!—
en que el vulgo cruel que te ha befado
reconozca en tu voz la profecía
y se contriste de no haberte amado.
¿Será arrepentimiento o ironía?
Sólo
cuando hayas muerto, el vulgo infame
apreciará tu vida. Hoy, entre tanto,
no esperes en tu sueño que te ame:
¿qué le importa tu amor, ni qué tu canto?
El en su orgía seguirá aturdido;
y ebrio, sin reparar en tu quebranto,
no te dará ni corazón, ni oído…
¡Vale
más, pues, morir! Joven y bello,
sacrifícate al ansia que te inspira;
busca en la muerte el póstumo destello
de la única gloria; dobla el cuello,
y que te decapiten con tu lira!
El
amor de los dioses te reclama.
Jóvenes mueren, en el canto griego,
los predilectos de los dioses. Ama;
que humo es la gloria y el amor es llama:
no hay gloria sin amor, ni humo sin fuego.
Ama,
pero no al vulgo: ama a los dioses.
Eres joven y bello. La fortuna
te aguardará en la tumba en que reposes…
Eres bello: tu sien luce serena
la palidez intacta de la luna,
bajo del nubarrón de tu melena.
Eres joven: tan joven como bello.
¿Por qué heroico la vida no te arrancas,
antes que en el negror de tu cabello
pinte la ancianidad sus rosas blancas?
Ya
sé: ¡triste es morir, con breve paso,
en plena juventud!…
¡Es
suerte impía
que el Sol se apague en la mitad del día,
cuando debe morir en el ocaso!
Vive,
sí; pero vive de otra suerte…
No más tus himnos ante el vulgo entones;
y hazte tuyo por fin, tranquilo, inerte,
hasta que sin sentirlo te abandones
al sueño perezoso de la muerte…
Alma
no comprendida y calumniada;
numen radiante en sublimado ensueño;
fe que bregara con altivo empeño,
serás tú la figura desgarrada
del héroe agonizante que, risueño,
fija en los cielos la postrer mirada…
Quijote
de la lira, sueña y calla,
ya que no encuentras eco en el abismo:
no enfiles tus estrofas en batalla;
consume tus ensueños en ti mismo…
Egoísta desde hoy, deja que el mundo
siga sin escucharte en su egoísmo:
sé desde hoy un escéptico profundo,
mudo ante la alabanza y el ultraje,
sordo al trueno de guerra que retumba,
austero como un árbol sin follaje,
frío como una lápida de tumbal…
Y
vive así, feliz, despreocupado
del vulgo que al abismo se derrumba,
si no quieres vivir ardiendo en ira
y morir, como un Dios, crucificado
contra el arco gigante de tu lira!
¡Una
cruz es el fin de tu aventura!
¡Don Quijote, que armado caballero
busca del bien las triunfadoras palmas,
sólo es la colosal caricatura
de Cristo, ese divino aventurero,
ese eterno Quijote de las almas!…
EMILIO ADOLFO WESTPHALEN
Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una
mujer…
Un
hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer
Y lentamente extiende con la lengua sobre él
Un líquido rosado
El cuerpo queda todo húmedo brillante y encendido
Luego con los dientes hace aquí y allá
El signo el amor
Pequeños puntos blancos que adornan la piel oscura
La mujer cierra los ojos dilata las narices
A veces a pesar suyo un suspiro entreabre sus labios.
LECONTE DE LISLE
A un poeta muerto
Tus
ojos erraban, alterados por luz,
del color divino al contorno inmortal
y de carne viva al esplendor del cielo,
duerme en paz en la noche que sella tu párpado.
¿Ver,
entender, oler? Viento, humo y polvo.
¿Gustar? La copa de oro contiene sólo la hiel.
Así como un Dios lleno de aburrimiento que deja el altar,
vuelve y dispérsate en la materia inmensa.
Sobre
tu mudo sepulcro y tus huesos consumidos
qué otro vuelque o no las lágrimas acostumbradas,
qué tu siglo común te olvide o te renombre;
Te
envidio, en el fondo de la tumba tranquila y negra,
de ser liberado de vivir y no saber más,
de la vergüenza de pensar y el horror de ser un hombre.
Nota: Charles Marie René Leconte de Lisle,
nombre del poeta conocido como Leconte de Lisle.
NANCY BACELO
Tránsito de fuego
Yo
no sé de cenizas, sé de fuego.
No me conforman formas contraídas.
No sé tocar el frío, no lo puedo.
Ni sé vivir así, desposeída.
Quiero
atajar el aire, contraerlo.
Secar el viento que levanta cieno.
Mostrarte qué fragor el poseerlo,
Decirte por qué vivo, por qué peno.
Y me
miro las manos y me miro
Este ardor y esta llaga que se crecen.
Este dolor, y ya, ya no respiro,
Porque crezco de nuevo aunque me cesen.
sábado, 28 de mayo de 2022
JOHN ASHBERY
Limosna
para el apicultor
Comete
mejores errores así.
Pásalo durante el desayuno:
la familia y todo el mundo
con un sentimiento parecido al poder,
pleiteando. Menos pesada, tu estrategia textual
descartó otras opciones, por lánguida.
Arrancan las parejas en el polvo,
comienzan. De nuevo.
Pasó
a ser parte de la empresa por la noche.
El 26 cae en lunes.
MARÍA EMILIA CORNEJO
te
beso en los ojos, en la cóncava mudez de tu inocencia,
te beso y todo tu cuerpo se viste con flores de un canto primaveral,
te beso y conviertes las cosas en hechos silenciosos y llenos de asombro,
te beso al fin
te beso.
MAGDA PORTAL
César Vallejo
César
Vallejo se nos fue muriendo
todos los días poco a poco
Se moría a pedazos
Primero
se murió en Santiago
de Chuco luego en Trujillo
y después
se murió tras los barrotes
de una cárcel de aldea
La
madre las hermanas
y aquella dulce Rita
de junco y capulí
y el padre hacedor de sus huesos
y nada más
todos fueron muriéndolo
y antes y siempre
la roja llaga del Perú
sangrándole
por todos los costados
EDGAR ALLAN POE
El valle intranquilo
Hubo
un tiempo en que el valle sonreía,
silencioso, aunque nadie allí vivía;
su gente había marchado hacia la guerra
confiando el cuidado de esa sierra,
por la noche, a la mirada fiel
de las estrellas desde su azul cuartel
y de día, a los rojos resplandores
del sol que dormitaba entre las flores.
Mas ahora para todo visitante
el valle triste es inquieto e inquietante.
Nada allí se detiene un solo instante…
nada salvo el aire que se cierne
sobre la soledad mágica y perenne.
¡Ah, ningún viento agita los ramajes
que palpitan como el glacial oleaje
en torno a las Hébridas salvajes!
¡Ah, ningún viento empuja el furtivo
manto de nubes que, sin respiro,
surcan durante el día el cielo esquivo
sobre las violetas allí esparcidas
como ojos humanos de mil medidas…!
sobre las ondeantes azucenas
que lloran junto a las tumbas ajenas!
Ondean: y en sus pétalos más tiernos
se juntan gotas de rocío sempiterno.
Lloran: y por sus tallos claudicantes
bajan perennes lágrimas como diamantes.
CARLOS OQUENDO DE AMAT
Madre
Tu
nombre viene lento como las músicas humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas
Mi
recuerdo te viste siempre de blanco
como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante
Un
cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura
A tu
lado el cariño se abre como una flor cuando pienso
Entre
ti y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos
porque
ante ti callan las rosas y la canción
RICARDO PAU-LLOSA
Objeto de amor
Langosta
no podía creerlo, floridana
y a pura antena: Cangrejo a la orilla del mar
como
una moneda. Y esas tenazas, se decía
Langosta a sí misma, y ese carapacho.
Ya
no me río más de la ballena
embelesada por los aviones que se pierden en nubes.
Ya
le entiendo. Hay hombres en el mundo de arriba
que nos secuestran el alma, se decía Langosta.
A
todas estas, Cangrejo nunca se enteró,
aunque Langosta cambió para siempre.
Dejó
de ser arisca y precavida. Sorprendió al pulpo
agazapado con un diálogo cordial. Deslumbró
la
estrella de mar con una ofrenda de amistad.
Qué suave la música de la anémone, se decía Langosta,
no
hay rumbo para el veneno en su vaivén.
Y a la sombra burbujeante con cara de vidrio
que
la cogió con una mano al final de un largo
y destellante brazo, empezó a hablarle de amor.
Es
como una tenaza, se decía Langosta. Es una tenaza.
Más bella que la de Cangrejo. Y está conmigo.
viernes, 27 de mayo de 2022
PEDRO SANTACILIA
¡Adiós!
¡Partir
es preciso! –Con voz iracunda
que parta me ordena destino feroz,
el llanto por eso mis ojos inunda
que es triste a la patria mandar un ¡adiós!
No
más, Cuba hermosa, veré tus montañas,
tus límpidas aguas, tu fúlgido sol;
que pronto vagando por tierras extrañas
ni habrá quien escuche mi lúgubre ¡adiós!
Por
eso abatida mi frente altanera
la nube oscurece de acerbo dolor;
por eso es horrible la voz lastimera
que sale del pecho diciéndole ¡adiós!
No
más la sonrisa veré seductora
del ángel hermoso que guarda mi amor,
y sola y doliente mi suerte deplora
la voz escuchando que lleva este ¡adiós!
Mi
triste familia que gime angustiada
al cielo elevando ferviente oración,
tal vez para siempre de mí separada
tan solo el recuerdo tendrá de mi ¡adiós!
Mis
fieles amigos, mis pobres cubanos,
al yugo sujetos de férrea opresión,
también un suspiro cual buenos hermanos
darán al proscrito que manda este ¡adiós!
¡Adiós,
pueblo mío! –Con voz iracunda
que parta me ordena destino feroz,
el llanto por eso mis ojos inunda
que es triste a la patria mandar un ¡adiós!
Si
quiere el destino que lejos sucumba
del suelo adorado que vida me dió
mi voz postrimera: la voz de la tumba
en alas del viento te irá con mi ¡adiós!
LUIS ALBERTO AMBROGGIO
Olas de fuego
Mis
besos suenan
como gotas de agua
abriendo al caer
tu mansión de agua y de seda.
Tus besos no suenan
forman agua con mi agua
naufragio divino
de varias profundidades
No
sé si llegaremos a ser un mar
de ritos evaporados.
RICARDO POCHTAR
Revés de las preguntas
Un
recodo callado
de la voz
que les vuelva
los puños a las dudas,
que atrape
la punta del ovillo,
que averigüe
el brillo escondido
del error.
EDUARDO GALEANO
La función del lector
Cuando
Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos,
noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la
biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.
Mucho
caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.
En
busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquia, y en busca
de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.
Mucho
caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de
los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en
la infancia.
Lucía
no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido
adentro que ahora es otro, ahora es suyo.




