Para empezar el año
Llevas
dieciséis años escribiendo
al lado de la misma ventana y en todo este tiempo
has venido rasgando con tu codo la tela del sofá
que ahora cubres con un modesto paño
para que las visitas no adviertan enseguida
el daño continuo que le has hecho al mobiliario de la casa.
Dos
hijas, varios libros publicados, un matrimonio
y una biblioteca, la compañía del whisky, cientos de noches
y miles de cigarrillos. Así, igual que entonces,
empiezas otro año con la misma costumbre,
considerando la posibilidad de llamar al tapicero
pero en ningún momento de cambiar de lugar
ni mucho menos de oficio.
Algo
de todo esto habrá que valga la pena,
piensas, ya de noche, con un vaso en la mano repleto de hielo
al lado de esa ventana que te ha visto tantos años
hacer lo mismo en soledad, sin molestar
a los vecinos, escuchando las notas del piano
de las variaciones Goldberg –gran Glenn Gould-
lector de cuello inclinado, fantasma entre el humo,
silencioso suicida.
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